Nadie como Thomas Bernhard para recuperar con sus Maestros antiguos esta sección que, desde hace meses, tenía algo descuidada. ¿Cinco motivos para adentrarse en esta novelle -o novela breve- y, sin embargo, intensa y profundamente recomendable? Pues ahí van, tan arbitrarios y personales como de costumbre…
1. Porque es una reflexión lúcida y ácida sobre la cultura y el concepto del canon. Una deconstrucción -a ratos, más bien destrucción- de la historia del arte occidental que se sintetiza en una acertada selección de referencias, convirtiendo cada una de ellas en símbolo de un tiempo y de una estética.
2. Porque viene bien una sacudida intelectual -a fin de cuentas, es un ensayo disfrazado de novela o una novela travestida de ensayo- en la que se ataque todo cuanto damos por evidente, recordándonos que a menudo eso que llamamos cultura no es más que el resultado de la imposición de un modelo y de una forma de poder.
3. Porque su grito contra el concepto del gusto burgués -que tanto daño ha hecho a la historia de la creación- resulta revitalizador y necesario en un momento como este, donde triunfa lo comercial, lo obvio, lo subrayado y lo acomodaticio.
4. Porque su ironía y su sarcasmo hace que su protagonista -un alter-ego del propio autor- se convierta en un personaje esencial y, de puro misántropo, carismático, pues resulta imposible no reír ante sus críticas a profesores, historiadores del arte, políticos, artistas…, en un fresco descarnado del esnobismo y la estulticia que, nos guste o no, llena gran parte de la escena supuestamente cultural.
5. Porque Bernhard es un autor imprescindible e injustamente minoritario, porque la traducción de Miguel Sanz es, como siempre, impecable y porque, por si todo esto fuera poco, Sins Entido -editorial empeñada en despertarnos de nuestro letargo intelectual- acaba de sacar una excelente versión en formato de novela gráfica creada por Nicolas Mahler.