Cuando en Baile del Sol me dijeron que querían publicar La inmortalidad del cangrejo, supe enseguida que no podía tratarse de una editorial convencional. Porque se requería ser diferente -y, sobre todo, muy comprometido- para apostar por una novela negra tan incómoda, que nos invita a un viaje a unos infiernos -personales, sociales y sexuales- demasiado cercanos, por más que todos tendamos a obviarlos en nuestro discurso. Mi texto más personal, sí, y sin una sola concesión literaria o argumental, ni en sus fragmentos más poéticos ni en los más desgarrados. El texto al que me siento más vinculado y que quedó finalista en un par de certámenes de narrativa (Río Manzanares y Ciudad de Badajoz) antes de convertirse, al fin, en el libro que es hoy.
Lo que intuí sobre Baile del Sol en aquel primer sí se ha ido fortaleciendo con el paso del tiempo. Porque les he visto pelear como titanes para distribuir la novela y hacerla llegar a La Casa del Libro, a La Central o a la Fnac, tres de mis refugios inexcusables en Madrid. Porque no se rinden a la hora de comunicar todos y cada uno de sus títulos, a pesar de que los mass media se rijan por tal o cual moda y -salvo honrosas excepciones- no dirijan su mirada hacia la literatura independiente. Porque tanto ellos como yo estamos de acuerdo en que la literatura ha de ser accesible –la cultura no puede ser un lujo, por mucho que se empeñen Wert y compañía– y son coherentes en los precios del libro en papel y en su versión e-book (que sale hoy mismo a la venta por la más que razonable cantidad de 4 €)
Por eso mañana, cuando presente esta novela en la Fnac, hablaré de ellos. De Tito y de Ángeles. De su entrega. De su compromiso con la cultura. De cómo miman los libros y a los autores. De una editorial que no busca best-sellers, sino voces. Que aloja poemarios -como los recientes y brillantes Optimístico, de Iñaki Echarte, o Entre el ruido y la vida, de Alejandro Palomas: no dejen de leerlos-, relatos, novelas… Una editorial que baila al ritmo de autores y lectores que necesitamos algo más. Que no queremos conformarnos con las etiquetas y los prejuicios con los que a muchos les encantaría poder uniformarnos. Porque la literatura es también ritmo, baile entre sol y oscuridad, movimiento que se desliza hacia direcciones a veces tan confusas como la de este cangrejo. Esta novela en la que intenté retratar una época -2001- y una generación -la mía- y donde, al hilo de la investigación policial que sostiene la trama, acabé encontrándome entre demonios y sombras que aún hoy me –nos– acompañan.
Y ahora, ¿bailamos?
Te deseo mucha suerte… seguro que la tienes
Vielen Dank 😉