Cada vez me resulta más difícil llevar la cuenta de las etiquetas y pieles que siento que he de ponerme -o, cuando menos, de intentar acomodarme- en cada situación. Pieles en las que no siempre me siento igual de cómodo y donde he de recordar cuáles son las claves para no traicionar la esencia de mi propio personaje.
Máscaras que, en el fondo, no son mentiras premeditadas, sino simples giros verbales por exigencias del guión. Un “lo he pasado en grande” para no ofender a un amigo con quien, en realidad, no se ha producido la complicidad que esperábamos. Un “sin problema” ante un encargo profesional que nos consta que está entre lo imposible y lo irrealizable. Un “TQ” (o, si estamos generosos y sobran caracteres, hasta un “TQM”) tras un sms donde la abreviatura queda como un desgastado recuerdo de la pasión que fue. O un simple silencio en el que camuflamos todo lo que no queremos decir y que, a menudo, es mucho más interesante que lo que sí estamos diciendo.
Lo peligroso es que parte de esos otros yoes que nos inventamos cada día no nos abandonan por completo en nuestra soledad. Su presión -la del profesional competente, la del amante entregado, la del novio fiel, la del amigo confidente, la del padre comprensivo…- nos sigue de cerca, hasta acabar por hacernos creer que nuestra propia mentira es, a su modo, nuestra mejor verdad. A fin de cuentas, plantearse cuáles de esas etiquetas no son como creemos que son -o como queremos creer que son- supondría asumir que hay algún tipo de vacío en nuestras (inventadas) existencias y eso, con el ritmo de vida que llevamos, es -cuando menos- inconveniente.
De segundas pieles, de silencios, de autoengaños y de mentiras cotidianas habla mi última novela: Las vidas que inventamos, una historia en la que la pareja protagonista -Leo y Gaby- esconde mucho más de lo que cuenta… El 22 estará, al fin, en las librerías de manos de la editorial Espasa. De momento, os dejo el enlace donde podéis leer su primer capítulo y los sesenta segundos de su booktráiler. Como cierre, una sola pregunta, eje y motor de esta novela:
Familia. Trabajo. Amistad. Sexo… ¿Cuántas mentiras sumamos al cabo del día?
Interesante reflexión, y un muy buen tema para la novela.