En mi particular versión del Cuento de Navidad de Dickens, mi fantasma de las Navidades pasadas es caja llena de noes de editoriales. Y el de las Navidades futuras, una caja llena de ejemplares de las tres novelas que publicaré a lo largo de 2013. Y, precisamente por eso, porque he vivido la angustia que padece todo autor cuando cree que sus textos jamás verán la luz, me he decidido a escribir este post, a medias entre la catarsis autobiográfica y el regalo navideño, con el fin de animar a todo aquel que tenga una voz propia a que no deje de luchar por compartirla.
Confieso que, en un primer momento, guardé aquellos noes con afán revanchista. “Se arrepentirán”, pensaba, y almacenaba esos sobres con la confianza de que, en algún momento, llegaran a convertirse en el ansiado sí. Hoy, tiempo después, no queda nada de esa supuesta -e infantil- venganza, sino la sensación de que llegar hasta aquí -hasta donde quiera que sea el lugar en el que me encuentro ahora- es producto de muchos años de trabajo, de lucha y, sobre todo, de tenacidad. Porque si hay un primer cómo para conseguir ese sí de una editorial, ese cómo es la obcecación.
¿Y más cómos concretos? Sería estupendo poder facilitar una guía infalible de pasos que seguir para lograr la publicación de un libro, pero ni siquiera los que ya tenemos unos cuantos títulos en nuestro haber podemos garantizar que nuestra siguiente obra vea la luz. Evidentemente, el inicio es lo más difícil, pero los pasos que le suceden tampoco resultan mucho más sencillos. Pero, en cualquier caso, sí tengo claro qué es lo que, en mi caso, me ha ayudado a conseguir que mi fantasma de las Navidades futuras se haya venido hasta mi casa con tres novelas nuevas bajo el brazo. Y ese qué se resume en estos cómo:
– No hay que conformarse con leer, releer y corregir nuestro texto mil veces. Es e imprescindible dárselo a alguien de nuestra confianza. Eso sí, ha de ser alguien con criterio y capaz de decirnos la verdad -nos guste o no oírla- para que haga las veces de un posible editor. Necesitamos un amigo, confidente, compañero, pareja, ex o enemigo -por qué no- que lea nuestro texto con atención y que lo analice con bisturí: incoherencias, errores de estilo, elementos innecesarios, interés o desinterés de la propuesta… En ese sentido, el primer paso para publicar es dominar el ego y asumir que la literatura es un proceso. Cuanto más receptivos seamos a la crítica, más creceremos en lo que escribamos.
– Al corregir, es importante tener en cuenta que, en muchos casos, las primeras páginas de nuestro manuscrito serán determinantes. Por mi experiencia profesional como editor, sé bien que en ocasiones se decide si se estudia o no la publicación de un libro por el interés que despierte en su capítulo inicial, donde -a menudo- se encuentran muchos de los rasgos de la identidad de la novela.
– Una vez depurado el texto, el envío masivo a editoriales tampoco es una gran medida. No todas tienen el mismo tipo de catálogo y es necesario que echemos un vistazo antes a su línea de publicaciones, para saber si podríamos encajar o no en su apuesta literaria.
– Y si individualizamos los envíos, nada mejor que individualizar también la carta con que acompañemos cada uno de ellos. Claro que da pereza no contar de un solo modelo para todas las editoriales a las que queramos dirigirnos, pero es importante que sepamos presentar bien nuestro texto: por qué a ellos y qué les ofrecemos. Es mucho más fácil rechazar algo que nos llega sin referencias que algo donde se nos explica por qué motivo ha de interesarnos.
– También se puede optar por la vía de los certámenes, sin duda, aunque es bueno ser sensato y reflexionar sobre cuáles son abiertos y cuáles, lamentablemente, están más que pactados y cerrados. No podemos llevarnos a engaño y creer que los segundos no existen cuando, en nuestro mundo editorial, son una práctica (demasiado) común. En mi caso, por ejemplo, tuve la osadía de presentarme al Nadal con La edad de la ira y, de repente, me enteré de que había sido el tercer finalista aquel año. No gané, claro, pero llegué a una posición impensable para un autor casi novato y gracias a aquello fue posible que La edad de la ira acabara publicada en Espasa. Y es que, a menudo, lo bueno de presentarse a tal o cual certamen no solo es ganarlo, sino las posibilidades que se pueden abrir con él.
– Por otro lado, ahora mismo publicar un libro supone, a la vez, garantizar una cierta plataforma para comunicarlo cuando esté en el mercado. Y, en esta sociedad 2.0., esa plataforma puede ser muy diversa y, sobre todo, mucho más democrática que hace unos años. Es obvio que tienen ventaja en esa comunicación aquellos que controlan los medios tradicionales -televisión, radio, prensa-, pero gracias a blogs, Twitter, Facebook, YouTube y un sinfín de plataformas, quienes estamos alejados de esos círculos podemos crear nuestras propias sinergias. Y hacernos nuestro hueco.
– Fundamental, sin duda, garantizar y promover un contacto directo con los lectores. Fomentar la comunicación y, cómo no, el feed-back. Comentar, debatir, interesarnos mutuamente y no plantearnos esa comunicación como una autoventa, sino como un intercambio sincero. Y, si tienen tiempo y ganas, creen su propio blog, dejen que las editoriales conozcan su estilo y sus intereses. Abran nuevas vías. No serían los primeros autores contratados por una editorial tras leer unos posts interesantes en la blogosfera.
No hay fórmulas mágicas, pero sí hay opciones. Sí hay posibilidades. Y, sobre todo, sí hay vías para conseguir ese “sí quiero” que tanto ansía todo autor novel. Y no se crean que pretendo, únicamente, dar ánimos o convencerles de una fantasía navideña literaria cualquiera. En absoluto. Solo pretendo demostrar que, si son tenaces, si realmente tienen una voz que quieran compartir, si de verdad están dispuestos a dejarse la piel intentándolo, antes o después esa caja de noes -y las decepciones que trajeron consigo- será historia pasada. Y sus libros, con toda la emoción que ello conlleva, historia futura.
Como lectora de manuscritos secundo todos tus consejos. Sobre todo, que pidan la opinión a un lector con criterio y que no envíen copias a lo loco a todas las editoriales. Despacito y buena letra.
Lamento decirte que todo lo que aconsejas está muy bien… pero la realidad es otra: las editoriales atienden a tu nombre, o mejor dicho, a tu registro bautismal con nombre de padrino y madrina, o el curriculum (si es extenso, a lo mejor te hacen caso, pero si no, olvídate). Y por eso todas las editoriales dicen que no, ofrezcas algo bueno u original, o diferente. Si no hay referencias, se es complicado avanzar en este mundo de mierda llamado literatura. Quien quiera fama y gloria, ya sabe lo que tiene que hacer: arrimarse al círculo literario influyente de su área \ provincia, caerle en gracia y a partir de ahí, todo irá sobre ruedas.
Que no discuto que habrá gente que lo haya conseguido sin tener que lamer culos; el problema es que esto es una mínima proporción de autores que han sabido demostrar lo que valen sin ayuda externa, y les ha costado muchísimo llegar donde están… pero todos ellos tienen algo en común: no llegarán tan lejos porque todo pasa por el filtro de “yo te conozco – tú me conoces – yo te promociono – yo hablo bien de ti – tú me haces la pelota – yo te protejo”, etc.
Lo demás, sobra. Hay que ser mediático, joven, moderno y conocer a la persona adecuada en el momento indicado y hacer “amistad”.
Saludos y suerte,
A.
A., no voy a negar que es agotador luchar contra ese círculo vicioso de influencias, contactos, padrinos y protecciones mediáticas que describes, pero precisamente por eso escribí este post. Para animar a romperlo. Y claro que cuesta mucho más hacerse un hueco sin nadie que nos dé su alargada sombra para cobijarnos -¡qué me vas a contar…!-, pero me niego a dejar que la literatura siga solo en manos de quienes no tienen necesariamente talento, y sí contactos.
En síntesis, que comparto -y he sufrido- lo que dices y cuentas, pero debe ser que mi carácter -testarudo- me impide cruzarme de brazos al respecto.
Un saludo y gracias por pasarte por aquí 😉
Gracias por todos los consejos. Creo que, como señalas, lo más importante es no rendirse. Y no perder la ilusión, eso nunca.
Un beso,
Olga.