Basta solo un instante.
Un segundo trágico que nos hace escoger el camino equivocado y que puede desembocar en una espiral de malas decisiones que acaben destrozando todo lo que nos rodea.
Así de frágil es todo.
De vez en cuando, esos errores son útiles. La vida se pone el disfraz de Dios y nos ofrece un milagro anónimo que nos debe servir para aprender de la cagada y no repetirla en el futuro.
Siempre me pareció desolador el refrán “El hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra”. Dos. Da por hecha la primera pifia. Y da por hecho que poco o nada aprenderemos de ella. Claudicaremos y volveremos a liarla.
Ese fugaz instante en el que jugamos con el curso de nuestro destino puede causar dolor a quienes tenemos al lado.
Cuidado con purgar culpas cargando de dolor a nuestros amados.
El destino. Curioso cabrón enigmático.
Me gusta pensar que hasta esa mala decisión ya está predeterminada para que encaucemos nuestra historia. Es un aviso. Si tienes suerte de darte cuenta antes de destruirlo todo no lo dudes. Aprieta el culo y sigue adelante. Es tiempo de redención.
Por favor dejar un contacto mail para presentar un proyecto en el ambito literatura – sociedad civil europea… Un saludo
Me gusta leer artículos que invitan a la reflexión como el tuyo pero, ahora yo pregunto: ¿Qué malo tiene fallar? ¿Qué malo es el error? Así es como se llega a triunfar, realmente. Por qué no me voy a dar de cantos contra la pared si el dolor ya lo siento. A lo sumo, y finalmente, debo añadir que, para conocer la alegría del momento estamos obligados a vivir los malos tiempos, a sentir odio, desamor, tristeza, ira… etc. ¿Para qué existe la muerte? Preguntan los ignorantes. Para saber cuánto vale la vida, respondo. Al fin y al cabo, es por eso por lo que nos envidian los dioses, ¿no? Porque al ser mortales cada minutos que vivimos es único, ya que puede ser el último. En fin, no sé. Creo que me he ido mucho por las ramas pero, espero, haber reflejado bien lo que pienso al respecto. Muy buen texto, sigue así 🙂