Despierto y huele a café.
Son las 11 de una mañana cualquiera de aquel noviembre del 2010.
El sol ya ha allanado mi dormitorio a través de la persiana. Me giro para evitar la luz en mis ojos todavía dormidos y recibo el olor de su perfume en mi almohada.
Entonces recuerdo que Laura ha pasado la noche conmigo. Oigo ruido en la cocina y confirmo su presencia todavía en el piso.
Me gusta que Laura se mueva por mi apartamento como si estuviera en su propia casa. Me da tranquilidad.
Vuelvo a cerrar los ojos y apuro los últimos minutos de cama.
Me mira desde el cerco de la puerta. Lo noto. Aguanta muy poco antes de sentarse en la cama a mi lado con su melena ondulada y el flequillo tapándole uno de sus preciosos ojos azules.
Cuando la conocí en su mirada podía verse dolor, miedo y desesperación. Ahora, esos sentimientos se han tornado en gratitud, cariño, deseo y quizás incluso algo parecido al amor.
Sin duda yo también tengo mucho que agradecerle.
De muchas maneras, ambos nos encontramos en nuestro peor momento y nos salvamos mutuamente antes de que fuera demasiado tarde.
Lleva puesta una camiseta mía. Le queda enorme y puedo ver toda su voluptuosidad a través de las mangas.
Es sexy sin quererlo, y despertaba en los hombres los instintos más primarios.
– ¡Arriba Luquitas! que a este paso vamos a empalmar el desayuno con la comida.
– ¿Has dormido bien?
– Así así. Se me pasó al rato el dolor de cabeza, pero a las 8 ya estaba arriba pero no he dormido muy allá.
CONTINUARÁ…
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Me gusta el estilo literario!!!!!!