Llevo unos dÃas dándole vueltas a la cabeza.
Empiezo a estar convencido de que damos más importancia de la debida a cosas que no la tienen y tendemos a olvidar el valor de lo esencial que tenemos en nuestras vidas.
No he llegado a esta conclusión porque sÃ. Hará poco más de una semana tuve la desgracia de tener que pasar la tarde en el tanatorio. El padre de MatÃas, amigo Ãntimo de la infancia, habÃa fallecido. Paro cardiaco mientras dormÃa dijeron los médicos.
A mà no hay quien me quite que murió de pena. Estoy seguro. No hacÃa ni dos meses que su mujer habÃa sido vÃctima de un cáncer fulminante que nadie vio venir y que se llevó a la buena mujer en menos de 6 meses.
Se habÃa quedado sin padres en menos de un año.
Estando allÃ, fui a tomar un café con MatÃas para intentar darle algo de ánimos, y fue entonces cuando me propinó dos bofetadas de realidad de las que todavÃa  hoy no estoy recuperado:
No te imaginas cómo es esto. Se supone que es ley de vida y todas esas cosas, pero que va, no estamos preparados. Es como si a un trapecista en mitad de su número le quitas la red. Asà me siento.
Desnudo frente al mundo. Es un vacÃo indescriptible de verdad. Es frio y soledad.
Da igual cuanto tiempo hace que te hayas ido de casa.  Da igual que estés casado y tengas tres hijos o cinco. Sabes que están ahÃ. Son tu red.
No te lo creerás, pero tengo más de 30 años y estoy asustado como un niño. De repente la vida te dice: De ahora en adelante apáñatelas, porque ya no hay nada debajo. Eres tú frente a ella.
Creemos que son eternos. No pensamos en que cosas asà puedan suceder, pero suceden.Â
Aprovecha tú que aún puedes y disfruta de ellos, porque no estarán siempre.
Aprovecha tú que aún puedes y disfruta de ellos, porque no estarán siempre.
No habÃa salido todavÃa del tanatorio cuando ya estaba cogiendo el teléfono para llamar a mis padres. Fue una conversación sencilla, nada trascendental, pero profundamente gratificante.
Mi red seguÃa en su sitio.
Mi red seguÃa en su sitio.
Les prometà que ese fin de semana si o si, iba a casa a comer con ellos. Y me he propuesto ir todas las semanas. Hay que dedicarles algo más de tiempo. No cuesta nada. Ellos siempre nos dan el suyo.
Esto es lo que querÃa contaros hoy. No os entretengo más porque es posible que os hayáis podido sentir identificados en alguna parte de estas lÃneas, y quizás, mientras termináis de leer este post ya estáis echando mano del teléfono para hacer una llamada.