En los setenta llovía, vaya que si llovía. Lo recuerdo por el pelo mojado, la gabardina y sobre todo por los zapatos llenos de barro, porque en el barrio apenas había aceras ni asfalto, solo descampados, piedras y escombros. Los setenta también eran oscuros, sobre todo en las tardes-noches de invierno. Tampoco había farolas, por
Cuando un muerto toma café es mejor no preguntar
Esta mañana he paseado por calles nuevas de un barrio viejo, calles nuevas que sepultaron descampados y toda la miseria que los asolaban. Por un momento he pensado en las chutas que habrá enterradas bajo esos bloques nuevos con jardines y piscinas, en las armas que habrán quedado bajo el hormigón, en las vidas y