Cuando quien te hace una reseña es un compañero escritor, sabes que ha leído tu novela como lector, pero también con la perspectiva que te da el ser escritor. Si además la reseña es buena y positiva, sabes que tu trabajo no ha sido en balde. Aquí os dejo la semblanza del compañero Manu López Marañón, autor de la novela “Alcohol de 99º”.
España, Madrid, Canillejas, año 1972. En las infectas tabernas de una UVA (Unidad Vecinal de Absorción o, dicho más llanamente, un conjunto de barracones con techo de uralita) como Canillejas es imposible oír el nuevo disco de los Stones (su obra maestra “Exile on main Street”) pero solazarse, a cambio, con Farina, Antonio Molina y Juanito Valderrama. Lo más actual que suena en la olorienta España del tardofranquismo, el colmo de la modernez, es “Un rayo de sol”. El blues o Eric Clapton (eso los pocos que sabían de la existencia de este tipo de música) debías escucharlos en tu casa y a un volumen no muy alto si no querías ver retumbadas tus paredes por el palo de escoba de la iracunda vecina de abajo.
Pedro Torrero, “el Torre”, el protagonista de esta durísima novela que se titula “Manguis”, tiene un poster del peludo Clapton en su despacho -casi un ataúd- adosado al puticlub Venus que gerencia y donde curra su novia Rosi, a quien trata con las consideraciones propias del ambiente y la época. Aparroquia también Torre la Bodega del Mirlo, donde mientras trasiega copas de Chinchón y fuma sin parar se entera de cómo van las cosas en el barrio. Torre es allí el jefe, el puto amo. Ningún negocio turbio se mueve en Canillejas sin que él lo sepa. Para el Torre “trabaja” pasando droga -y lo que haga falta- una nutrida cuadrilla de desquiciados compuesta por yonquis, chorizos de toda ralea y retrasados mentales… El Rata, el Pitufo, el Cabezón son sus hombres de confianza.
Este es el marco ambiental para una historia que cuenta otro atraco perfecto que terminará como el rosario de la aurora. Un inspector jefe de policía de la comisaría de san Blas -Luis Fores- convenientemente encabronado, en este caso porque se ha quedado sin el ascenso a subcomisario con el que contaba, es el “cerebro” del palo. El atraco al furgón blindado es limpio, sin disparos, una pequeña obra maestra que parece ejecutada por los mejores profesionales. La sucesión de desgracias que vienen después mejor no contarlas porque encierran una profunda lección moral que cada lector aprovechará según su discernimiento… No es cuestión mediatizar las moralejas. Solo adelanto que ni cambiando el Chinchón por la Tequila es posible escapar del destino que nos está reservado… No somos na.