Admitámoslo, rasguémonos las vestiduras, digámoslo ya, sin miedo: en España no se lee lo suficiente, al menos no como lo hacen en Francia, Alemania o en otros países de nuestro entorno. Observen las estanterías de su vecino. Verán libros, porque los libros adornan, pero la mayoría de los títulos pertenecerán a colecciones que han venido con el periódico o serán enciclopedias de esas que un ávido vendedor le coló a plazos con regalo de juego de sartenes.
Pasen por la Feria del Libro y observen las colas. Siempre son para firmas de libros escritos por presentadores mediáticos mientras que los escritores verdaderos están sentados en las casetas, observados por viandantes que se preguntan ¿quién será ese? Vamos que un poco más y esos paseantes, que podrían pasear por otro lado porque no se les ve que lleven ninguna bolsa con libros, les echarían cacahuetes.
Son varios los factores que confluyen para la escasez de lectores. El más importante el tradicional analfabetismo de las clases bajas, acrecentado en nuestro caso por una guerra fraticida que nos condujo a una dictadura de cuarenta años. Después vinieron la radio y la televisión, actividades mucho más cómodas para llenar el ocio. No olvidemos que a leer hay que aprender y que supone un esfuerzo, inexistente para escuchar un partido de fútbol radiado o para ver un concurso en la televisión.
Bien es cierto que el analfabetismo se fue paliando poco a poco, afortunadamente. Pero insisto, a un lector hay que iniciarlo, formarlo. Y eso, sin ninguna duda ha de ocurrir en el colegio. A mí, mis profesores me hicieron odiar la lectura. La primera vez que uno ve un libro experimenta una especie de terror ante las páginas llenas de letras que componen el tocho en cuestión. Yo pienso que antes de llegar a la Literatura, al tierno infante hay que iniciarlo con cuentos y cómics. Sin embargo, y esta es una eterna lucha que tengo personal con mis compañeros profesores de Lengua, ellos intentan que los alumnos lean clásicos que a su edad les resultan un soberano aburrimiento.
En mi caso, devoré cómics de Mortadelo, Rompetechos, Jabato, Corsario de Hierro y demás. Eso me llevó a los clásicos, tales como Miguel Strogoff, Historia de dos ciudades, La isla del tesoro, etc., pero también en cómic. Me enfrenté a la primera novela cuando ya estaba preparado y a partir de ese momento no he parado de leer, siempre con un libro en la mano. Y la Literatura me ha llenado muchos momentos que, de otra forma, habrían estado vacíos. Con los libros he soñado, he viajado y he compartido momentos inolvidables. Y en los peores momentos de mi vida, que todos los tenemos, han sido mis mejores amigos, mi mejor terapia. Los libros han exorcizado fantasmas propios que probablemente ningún psicólogo habría podido exorcizar.
Les he hablado de mi generación, pero ¿qué ocurre con los jóvenes de ahora? A la televisión y a la radio hay que sumarle los videojuegos y la variopinta cultura audiovisual incluyendo Internet, que se han convertido en serios enemigos del libro. Los profesores, no todos, pero sí un gran porcentaje, siguen erre que erre. El otro día me comentaba un compañero que hacia leer a los chavales el poema del Mío Cid e intentaba convencerme de las bondades de la obra, bondades que yo ya sé apreciar, pero que no serán apreciadas por ningún crío. Por lo visto él no quiso enterarse de mis argumentaciones.
Por otra parte, ¿qué es lo que llega a las vitrinas de las librerías y de las grandes superficies? Pues los best-sellers que, salvo alguna que otra honrosa excepción, no van a constituir “el libro de su vida” de cualquier lector medio. Aquí la responsabilidad es estrictamente de las editoriales cuyas políticas y decisiones darían no ya para un artículo, sino para una enciclopedia.
El sector del libro ya estaba en crisis antes de la crisis porque no hay clientes, y menos que va a haber. Un lector medio no se preocupa de escarbar debajo de la punta del iceberg literario para ver lo que hay, se limita a echar un ojo por los estantes de las librerías y elige entre lo que hay.
Cuantas veces he charlado con amigos y conocidos que están fuera de los círculos literarios del panorama actual. Todos leen lo mismo, es decir, lo que les ponen por delante. Nadie, absolutamente nadie conoce a los autores que yo leo, por ejemplo. Autores que escriben tan bien o mejor que los escritores de moda que, por otra parte, siempre son los mismos. Escritores que, hartos de que nadie les publique o de que les hagan tiradas nimias y ridículas, dejarán de escribir en un futuro no muy lejano. Salvo cuatro chalados, quizás, que lo seguirán haciendo por vocación y solo si tienen un trabajo estable, porque escribir, cuesta dinero, y no estoy hablando de auto edición.
O la cosa cambia, o los libros terminarán por convertirse en objetos diluidos entre otros objetos de consumo. Y los lectores que vayan quedando, terminaremos en guetos, vigilados por la policía. En ese gueto habrá un gran cartel que ponga: “Cuidado, ciudadanos peligrosos”.
Hola Paco,
Es la primera vez que leo tu blog, pero creo que será la primera de muchas. En mi caso, en lugar de con cómics, fue la saga de Harry Potter la que me convirtió en un ávido lector. Todavía soy un lector “tierno”, por madurar, pues muchos de los libros que he leído han llegado a mis manos por ser de autores famosos, como apuntabas en tu artículo. No todo lo que leo es bestseller, obviamente, pero sí un porcentaje elevado. Espero crecer como lector con tus recomendaciones, que ya he visto que son muchas.
Un saludo.
Gracias, Pepe. No dejes de leer, te aseguro que es la mayor de mis aficiones, y tengo muchas. Y, como digo por ahi, en los momentos difíciles, si uno tiene un libro, se hace más llevadero.
Un abrazo.
Crecí viendo leer a mi madre todas las noches. La lectura antes de dormir se convirtió sin darnos cuenta en un gesto cotidiano sin el cual nos faltaba algo. Debajo de nuestras camas siempre había una caja enorme de cartón llena de tebeos y nos hacía una ilusión tremenda que alguien llegara con un Mortadelo o un Don Miki nuevos,y de ahí a la literatura pura y dura sólo hay un paso. Eso mismo es lo que yo le he inculcado a mis hijas, de igual manera, sin obligar, disfrutando. No es tan difícil, lo que pasa es que en este país la cultura nunca ha sido bien recibida porque una mente culta puede ser revolucionaria… Ahí lo dejo.
Gracias por el comentario, Ana. Efectivamente, no es tan difícil. Somos las personas los que lo hacemos difícil. Un abrazo.
Estoy totalmente de acuerdo con lo que dices de los profesores de lengua. Recuerdo que yo tuve una que, sin duda con la mejor intención, se empeñaba en que chavales de EGB (si, ya solo parezco joven;-) leyésemos “Requiem por un campesino español”, sin duda una gran novela, pero no para niños. En cambio, tuve algún otro, ya en BUP, que sí que nos inculcó, si no el hábito de la lectura, al menos la curiosidad por obras que leeríamos más tarde (e.g. La Regenta, Crónica del Alba, etc). Pero si soy un ávido lector no es gracias a la escuela ni al instituto; creo que el hábito de la lectura se gesta en casa. Si tus padres (o al menos uno de ellos) lee, es fácil que el gusanillo te muerda. Por eso es importante, como decía Bertrand Russel, elegir bien a tus padres. Y creo que no importa tanto con que se empieza. Yo me leí la colección entera de los Cinco antes de los 12. No me leí la Regenta hasta bien pasados los 20, pero si no hubiese leído a los Cinco cuando era un chaval, probablemente tampoco habría leído nada mejor luego.
Finalmente, nuestro sistema de educación, siempre tan academicista, a pesar de los continuos cambios a los que ha sido sometido, pierde una oportunidad de oro con el escaso fomento de la lectura en los alumnos. La literatura universal está llena de clásicos estupendos de la literatura infantil, y cuando digo clásicos no me refiero necesariamente en un sentido histórico. Son obras que han gustado a jóvenes de todo el mundo durante mucho (y a veces no tanto) tiempo. Por qué no fomentar la lectura con esas obras?
Gracias por el comentario, Eduardo. Por lo que veo estamos bastante de acuerdo. Un abrazo.
La preocupación es válida, pero hoy hay nuevas maneras de leer,es la sociedad la que cambia, la gente, no la lectura, y no es la cantidad lo que importa sino la calidad de lo que se lee.
Saludos
Completamente de acuerdo, Carolina. Saludos.