“El más bello recuerdo de la antigüedad romana es, sin lugar a dudas, el Panteón. Este templo ha sufrido tan poco, que aparenta estar igual que en la época de los romanos” Henri Beyle (Stendhal).
Y con la constante alusión en este blog a la figura de Stendhal como referente de la reacción romántica y sensibilidad especial ante el arte más allá de lo puramente hedonista, no le fue ajeno al autor de “La Cartuja de Parma” la belleza del Panteón de Roma, uno de los mayores logros de la arquitectura a lo largo de la historia.
Entre la Fontana de Trevi y la Plaza Navona se erige este maravilloso monumento en la Plaza de la Rotonda, nombre este último como también se le conoce popularmente.
De obligada visita si se va a la ciudad santa, cualquier día es posible entrar en su interior cuyo acceso es completamente gratuito.
Orígenes del Panteón
Si bien el templo original, mandado erigir en el año 27 a.C. por el general y yerno del emperador Augusto, Marco Agripa, -como reza en la inscripción en el friso del pórtico de entrada- fue consumido por un incendio en el 80 d.C., el emperador Adriano ordenó la construcción de uno nuevo a finales del 118.
Con cierta seguridad, pero sin evidencia absoluta, el responsable de la segunda construcción fue el arquitecto griego Apolodoro de Damasco, autor también del foro, la columna, los mercados, las termas y el puente de Trajano, entre otras obras.
Pocas semejanzas guarda la actual construcción con el primer templo períptero de planta rectangular, con la cella dispuesta transversalmente, que fue realizado con bloques de travertino y revestido en mármol, capiteles de bronce, cariátides y estatuas frontales.
El nuevo diseño de tiempos de Adriano quedó compuesto por un gran pórtico rectangular a modo de templo clásico con columnata en granito y mármol blanco en la basa a modo de pronaos, una amplia cella cilíndrica y una estructura prismática intermedia.
Posiblemente consagrado a los dioses principales del panteón romano, como protectores de la “Gens Iulia”, su propio nombre “Panteón” de origen griego indica su destino como “Templo de todos los dioses”.
Su singular estructura. La colosal cúpula
Las dos partes de las que consta el edificio están completamente diferenciadas:
El pórtico octástilo de columnas corintias está dividido en tres naves separadas por columnas, a modo de pronaos, con frontón triangular sin relieves.
En el interior la cella se concibió según la concepción cosmogónica de Aristóteles, como una representación de lo terrestre y lo divino (la cúpula), como así afirmó el genial Miguel Ángel: “construido por ángeles y no por humanos”.
Y es donde se produce el efecto sorpresa, al cruzar el umbral de la puerta, cuando observamos la colosal cúpula semiesférica sobre un tambor circular (similar en la Villa Adriana de Tívoli, o en las termas de Agripa o de Caracalla) que alberga en su interior.
Y ese asombro se debe, sin lugar a dudas, a la armonía en sus proporciones, idénticas en cuanto a altura y anchura. 43,30 metros que la convierten en la mayor cúpula de hormigón realizada de la historia del imperio romano.
Una perfección técnica con la que los romanos resolvieron el espacio interior circular, provisto de nichos y bóvedas, de unas dimensiones nunca alcanzadas hasta el momento, calculando de forma exacta los huecos, apoyos y demás elementos estructurales y de esa manera resolver los problemas de peso y empuje de las cinco mil toneladas de las que se compone la cubierta.
La cúpula se adorna por cinco hileras concéntricas de 28 cuadrículas cada una, número relacionado con la perfección en tiempos de Adriano y que pareciera representar la bóveda celeste donde corona su cúspide un óculo cenital de 8,92 m de diámetro de luz natural, permitiendo iluminar todo el receptáculo.
Uno de los materiales nuevos que utilizaron y sin el cual no hubiera sido factible su edificación fue el hormigón de cal –opus caementicum- que ofrece la resistencia necesaria para facilitar la estabilidad de la cúpula.
Su influencia es notoria en épocas posteriores. Desde Brunelleschi, al realizar la cúpula del Duomo de Florencia, o Bramante y Miguel Ángel en el Templete de San Pietro in Montorio o la Basílica de San Pedro respectivamente, hasta épocas más recientes, en el neoclasicismo italiano, Antonio Cánova proyectó un templo en Possagno basado en el diseño del Panteón, hasta la actualidad en salas cívicas, universidades y bibliotecas.
“Este templo ha sufrido tan poco, que aparenta estar igual que en la época de los romanos”
Como Henry Beyle -más conocido por su pseudónimo de Stendhal- apuntó, el templo no ha sufrido en todos estos años y aparenta estar igual que en la época de su construcción.
Y es que es uno de los monumentos mejor conservados de la Antigüedad debido en gran parte a su uso, primero como templo pagano, más tarde como cristiano. Además de dar cobijo como sepultura de hombres ilustres como el pintor renacentista Rafael Sanzio, el arquitecto Baltasar Peruzzi y panteón real.
Uno de los edificios más singulares y bellos del arte romano del Alto Imperio, cuyo equilibrio y armonía en sus formas puras y simples, -basado en una esfera perfecta dentro de un cilindro y en su complejidad constructiva- le confiere su excepcionalidad.
Aunar dos plantas en un mismo edificio, sistemas constructivos originales como la gran cúpula y su simbolismo cósmico, además de una arquitectura de síntesis, presentan la curiosidad de conjugar en un mismo espacio formas tradicionales con las más novedosas.
Una forma sincrética de creación poco corriente que da esa sensación de recogimiento espiritual que anticipa conceptos arquitectónicos que no aparecerían hasta varios siglos después. Esa dimensión espacial que sería empleada con frecuencia por Bernini y Borromini.
Quizás sea el momento del paso de la columnata al interior de la construcción cuando se percibe el contraste con la dimensión de la cúpula, un instante intangible que sólo llena ese haz de luz solar como centro, desde donde potencia las sombras y enfatiza el espacio, que cruza el óculo cenital y se dirige hacia los casetones para pasar al interior rozando las columnas corintias, el mármol del pavimento y acariciando los sentidos.