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Cuando el mal de Stendhal es inevitable

Publicado en 14 marzo, 2015 por en Arte, Cultura

STENDHAL “Había llegado a ese punto de emoción en el que se encuentran las sensaciones celestes dadas por las Bellas Artes y los sentimientos apasionados. Saliendo de Santa Croce, me latía el corazón, la vida estaba agotada en mí, andaba con miedo a caerme”.

Así describía Henrie-Marie Beyle, conocido bajo el pseudónimo de Stendhal, esa emoción casi incontenible con que algunas personas se enfrentan a una obra de arte sin ninguna explicación.

Y no hace falta tener conocimientos específicos para, al contemplar la grandeza que encierra el arte, sentir una emoción de alegría, e incluso de felicidad que ocasionalmente puede derivar en esa especie de malestar del viajero, descrita con síntomas que van desde las palpitaciones al vértigo, incluso llegando a la confusión y alucinaciones.

El mal descrito lo sufrió el escritor francés del XIX al salir de la Iglesia de la Santa Croce en Florencia, esa ciudad-museo donde se respira arte por donde quiera que vayas y que no deja indiferente a ningún visitante.

Exagerado o no, la concentración de la belleza artística en ciertos lugares puede provocar diferentes reacciones ante lo que, si bien hecho por la mano del hombre, nos llega sin darle más pábulo, sólo observando y percibiéndolo en nuestra retina para incorporarlo a nuestra experiencia particular y a nuestro bagaje cultural.

En cualquier caso, la sensación que describe el autor de “La Cartuja de Parma” rezuma un elevado sentido del hedonismo que podría ser mal interpretado. Porque no es la búsqueda del placer y la supresión del dolor, ni tampoco considerar que la felicidad consista en vivir en continuo deleite de los sentidos, si no, y a mi forma de ver, satisfacer nuestro corazón y alma.

Un placer sensible y en absoluto efímero con que enfrentarse a este mundo donde la oquedad y la degradación necesitan un bálsamo para resistirse a lo obvio.

 
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1 Comentario  comments 

Una respuesta

  1. Pech

    Apenas en dos ocasiones he padecido ese mal por lo que me siento privilegiada
    me gusta

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