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EL GRAN ESPECTÁCULO: HABEMUS PAPAM

Era difícil esta semana no hablar de la gran noticia: la Iglesia católica ya tiene un nuevo Papa. Francisco, como ha querido Jorge Mario Bergoglio que se le llame en su pontificado y se le conozca para los restos de la Historia, ha irrumpido con la fuerza de una estrella en los medios de comunicación del planeta.

Francisco ocupa hoy páginas y páginas de diarios en papel y digitales y horas y horas de televisión y radio. Y, aunque mi intención no es escribir sobre estos aspectos, reconozco que me gustan, personalmente, los comentarios más humanos y populares: que es un  hombre cercano a los pobres, que viajaba en transporte público en Buenos Aires, que vivía en un sencillo apartamento…Hace unos minutos lo he visto en televisión, en medio de una homilía, bromeando con las abuelas presentes. Ni ensayado, hubiera salido mejor. Ayer se presentó ante sus fieles con una sonrisa y con un discurso cercano, lo que ya, por sí solo, lo convierte casi en un revolucionario y le da un aire muy diferente al de sus predecesores. Ya veremos. Muchos dicen que tiene cara de bueno y a mí también me lo parece. También dicen que conoce bien España porque estudió en Alcalá de Henares y que es un hombre humilde de gran corazón. Las críticas parece que le vienen por su presunta pasividad durante la dictadura argentina. En fin, pinceladas que poco a poco van formando el retrato de una persona hasta ahora poco conocida fuera de su país (al menos para los no iniciados).

Dicho esto, lo que quería comentar hoy es la gran puesta en escena que la maquinaria vaticana, bien engrasada, ha mostrado al mundo con mano magistral, como si se tratara del mejor reality televisivo. Para sí querrían los grandes productores del género este dominio de los tempos, la caracterización perfecta, el casting más logrado, el escenario, la pompa y boato conseguidos y el público más entregado. Tenía todos los ingredientes para ser un éxito televisivo, sin faltarle la intriga manejada con maestría a base de fumatas negras y blancas, sin olvidar una dosis de tensión propiciada por las luchas de poder y los tejemanejes vaticanos que bien han servido a la cinematografía a lo largo de los años.

Si hubiera sido posible meter una cámara en la capilla Sixtina para luego ofrecer un montaje al modo GH de las horas del cónclave, el Vaticano hubiera roto marcas de índice de audiencia. También es cierto que la expectativa se alimentó desde que Benedicto XVI anunciara su renuncia, lo nunca visto, exceptuando cinco ocasiones que nos quedaban muy lejanas. Hasta las dudas y preguntas que surgieron en torno a este hecho insólito han sido bien manejadas para contribuir al éxito mediático del año, porque tampoco le faltó detalle al protocolo que acompañó el acto de despedida del hoy Obispo emérito de Roma, con ese helicóptero sobrevolando Roma como una paloma blanca y esa puertas cerrándose ante nosotros como la losa de una lápida.

Así que, por favor, que alguien haga una película de todo esto. Y que quien lo haga no se olvide del arzobispo Gänswein, mi personaje favorito.

 

 
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6 de respuestas

  1. Susi

    A mi la verdad es que me ha impactado muchisimo también como tienen todo medido, debe ser impresionante vivirlo en directo. Por otra parte, tengo una sensación muy gratificante con el nuevo Papa, dicen que la cara es el reflejo del alma y antes de conocer capitulos de su pasado, sentí bienestar en su primera aparición.

  2. nacho paz

    en la vida de los hombres hay claro-oscuro, el nuevo Papa no escapa como hombre de la iglesia a tener una historia controvertida de su pasado en aquellos momentos de oscurantismo en la Argentina. El misterio del silencio hace aún más incierto. Develar la verdad, casi imposible, pasar de un estado a otro más subliminal, escapa ya a cualquier comentario. Solo espero que sea cierto la mirada hacia los pobres, los desvalidos, a excomulgar aquellos que hacen la guerra, a los necios, a las mentiras de estados a los poderosos que dominan mercados a los traficantes de las mentiras, podría seguir pero con esto creo que ya es suficiente, saludos

  3. Lobo

    Que sospechoso resulta escuchar a propósito del Papa Francisco que es persona afable, cercana, humilde y una serie de calificativos en la dirección que apunta, no sólo a la imagen y semejanza de cualquier paisano, sino a la mismísima reforma ideológica de la iglesia.
    Es muy habitual escuchar por doquier que la Iglesia ha de reformarse, que debe estar a la altura de los tiempos, que ha de adaptarse. Ahora esa misma gente que afirmaba tales críticas celebran la entronización de un Papa llamado-enviado a cumplir tal misión. No deja de sorprenderme la contradicción subyacente de tales afirmaciones.
    El termino adaptación es un concepto que se relaciona con el de selección natural y que resulta espontáneamente para incrementar las posibilidades de éxito (ante un medio) por descendencia y por ende de supervivencia de la especie. Es sabido que cuando un organismo se adapta, por una o varias mutaciones precedentes, ya es otra cosa. Parece que ahora la Iglesia quiere ser otra cosa sin dejar de ser ella misma. La contradicción que resulta de tal planteamiento aparece por lo que encierra el término “adaptación” utilizado para su crítica pero clave para su supervivencia. Institución anacrónica, pero a la vista está, necesaria.
    La Iglesia es la institución, es la autoridad que ha interpretado una serie de reglas y ha supervisado su complimiento. Ha sido la Iglesia quién nos ha dicho cómo se jugaba bien al juego de la salvación de nuestras almas porque nuestras almas estaban en juego. El Santo Pontífice es el puente que une lo histórico y lo no-histórico, lo terrenal y lo celestial, por eso su autoridad, pero ahora, quizás para su salvación, ha de bajar a la tierra, al sucio ámbito de lo mundano y adaptarse para no perecer.
    Si el Papa dice que no hay buey en el portal de Belén, que el infierno no existe o los matrimonios homosexuales no caben en los brazos de Dios, “va a misa”. Si no se está de acuerdo cabe contrargumentar que la Iglesia somos todos, que el Amor puro, sincero sí está bendecido por Dios, etc… pero esto supone saltarse las reglas del juego, por lo tanto querer jugar a otro juego, implicando dos alternativas; o asumir que se cree en otra cosa o no considerar tal cosa y asumir la confrontación contra la autoridad eclesiástica dando por hecho que ya no es Autoridad, pero entonces; ¿para qué solicitar su aprobación?.
    Cabe otra tercera alternativa, la vía del medio; que la Autoridad baje al mundo, cambie las reglas, mute, se adapte y sobreviva a los tiempos Postmodernos, se adapte a un mundo de verdades relativas, parciales y muchas veces contradictorias.

    http://borjalaratijerin.blogspot.com.es/2013/03/habemus-papa.html

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