La semana pasada me propuse seriamente evadirme de la realidad a base de ficción, y he de deciros, a pesar de la mala fama de esta práctica, que esconder de vez en cuando la cabeza como las avestruces viene muy bien, sobre todo si la escondes en el cine, expectante, mientras terminan de ponerte los interminables trailers –digo interminables porque los de ahora, como te descuides, te cuentan hasta el final de la película-, esperando a que la sala se suma en la más absoluta oscuridad para oír, después de unos segundos de silencio, la sintonía de la productora que, en ese instante, está a punto de imprimir su sello en la gran pantalla con un golpe seco. Me encanta ese momento. A pesar de los años, me sigue generando una curiosidad y un estado de interés que puedo comparar con muy pocas experiencias –mi vida es sencilla y no suelo lanzarme al vacío sujeta por una cuerda en la cintura, ni hago parapente ni salto en paracaídas ni practico ningún otro deporte de riesgo-. Si resulta, además, que lo que veo me gusta y llego al final pensando que acabo de vivir en otro mundo, entonces me dan ganas de volver a la taquilla y sacar un ticket nuevo para ver de seguido una película más.
Esto es lo que me ha pasado esta semana. “El Cuerpo”, de Oriol Paulo, me ha gustado. Estoy de acuerdo con que no es el mejor largometraje de la cartelera, pero pone de manifiesto que el cine español puede ofrecernos, de vez en cuando, productos de esta factura, y lo valoro más por ser éste el trabajo de presentación de Paulo, un director que en mi opinión se suma a esa nueva imagen del cine español –ahí tenemos a Bayona- que se despereza de la Guerra Civil, ideologías varias y de los años de La Movida.
Sin complejos de tener como único fin el entretenernos, la película comienza con la muerte por atropello de un guardia de seguridad de la morgue. A raíz de este episodio, la policía descubre que falta un cadáver de una mujer en el depósito. Las cosas se complican cuando el inspector que investiga el caso empieza a sospechar del marido de la difunta desaparecida. Este es el arranque de la trama de este thriller que va poco a poco enganchando al espectador, aunque es cierto que entre el inicio –que engancha- y el final –que sorprende- hay tramos que se hacen largos, con personajes secundarios estereotipados y con algún diálogo forzado, pero el conjunto es ingenioso, con buenos golpes de efecto, una excelente ambientación y un alto nivel de intriga, a lo que se suma que sus protagonistas, José Coronado, Belén Rueda y Hugo Silva, dan la talla, sobre todo Coronado, que lo borda.
Que la disfrutéis.