Llevo una semana de aúpa. No puedo comparar mis vicisitudes con lo que están pasando los pobres griegos desde que empezó la crisis –incluidos, en los últimos días, ataques a periodistas, a bancos y a dependencias de los partidos políticos-, pero por ahí van los tiros. No voy a entrar en detalle de lo que se conjuró en mi contra, pero tengo que sumar a ello el encontrarme de bruces y en todos los periódicos la noticia sobre el treinta aniversario de la muerte de Natalie Wood, que me ha traído a la memoria las turbias circunstancias que rodearon el fallecimiento de la protagonista de West Side Story o Esplendor en la hierba, aunque sinceramente admito que es un tema que me atrae por la carga cinematográfica que conlleva todo el asunto, porque no me discutiréis que de aquella noche bien se podría sacar un buen guión de cine. Y es que, las estrellas son estrellas hasta para morirse, por muy dramático que fuera el suceso: que si el marido, Robert Wagner, tenía unos celos desmedidos de Christopher Walken –el otro en discordia que estaba en el barco aquella noche-, que si resulta que el capitán presenció una discusión enorme entre exceso de copas, que si un forense testifica ahora que los golpes y magulladuras que se encontraron en el cuerpo de la actriz pudieron ser provocados antes de su muerte…Qué se yo…Y ¡ojo! que esto tiene miga, porque no me digáis que no es raro que entonces nadie se diera cuenta de este ‘pequeño’ detalle de los golpes. Reconozco, sí, que este asunto me da morbo y que me encantaría saber cómo han sobrellavado estos dos hombres, que de alguna manera han formado parte de nuestras vidas, los hechos que vivieron aquella noche, fuesen cuales fuesen, que tampoco estoy yo aquí para quitarle el presunto a nadie.
Pero ahí no termina todo. Cuando todavía estaba cavilando sobre teorías asesinas, leí que Luis Bárcenas, el que fuera tesorero del PP, había llegado a tener 22 millones de euros en un banco de Suiza. Con la que está cayendo. Lo primero que pensé sobre este señor es lo que todos estamos pensando en este momento, pero lo segundo, es que pareciera que comparte con otros, además de una dudosa ética profesional –por llamarlo de alguna manera- ciertas características físicas. Y me refiero a ese punto de ordinariez de Mauricio Colmenero, el personaje de la serie ‘Aída’ que representa con tino y mucha gracia el actor Mariano Peña, solo que los de la vida real no tienen ninguna gracia. Y al reconocer esta pose singular –la ordinariez-, desde Julián Muñoz hasta este señor que hizo de tesorero del PP, me vinieron a la cabeza otros muchos personajes cortados con el mismo patrón.
Para concluir la semana, leí con tristeza que Fernando Guillén había muerto. Y en este caso, aparte de la pérdida personal que supone para sus seres más queridos, no pude dejar de lamentar que nos estamos quedando sin nuestros grandes actores, porque ¿qué les pasa a las nuevas generaciones? Desde luego, hay excepciones, pero ¿por qué muchos declaman en los escenarios como si estuvieran representando una obra de fin de curso? ¿Por qué sobreactúan con voces impostadas y con movimientos ampulosos que no se los cree nadie? ¿Es que hay alguna escuela de moda que marca esta tendencia absurda?
Para quitarme esta mala impresión, esta semana he decidido arrancarla con cine y, además, español, que parece que los próximos Goya vienen cargados de mucho, mucho talento. Y es que, en cuanto dejamos de lado la Guerra Civil, da gusto.
I discovered your blog using google. I must I am floored by your blog. Keep up the good work.
Thanks a lot Alma for your remark. Your support encourages me to keep writing
Completamente de acuerdo contigo Inma, un lujo leerte