Siempre me ha dejado pasmada la capacidad que tienen algunas personas para encontrar la inspiración en las peores circunstancias. Situaciones que al resto de los mortales nos dejarían sin habla, son para algunos privilegiados el motor de la acción que les lleva a producir sus obras más redondas.
Afortunadamente, podríamos hacer una larga lista a lo largo de la historia, pero por poner un ejemplo, es admirable como el escritor austriaco Stefan Zweig, en los momentos más difíciles de su vida, cuando parecía que Hitler iba a ganar la guerra, escribió “El mundo de ayer”, una autobiografía donde consigue transmitirnos cómo se sentía alguien como él, un austriaco judío para quien lo más importante era la libertad de pensamiento, el respeto a los demás y la cultura y la inteligencia como únicas armas en la vida. Para él, pensar que Hitler podría extender el nazismo por todo el mundo sin remedio, fue el fin. No pudo soportarlo y él y su esposa se suicidaron ante la falta de esperanza. Sin embargo, a pesar del dolor, supo explicar qué llevó, a su modo de ver, al ser humano al enfrentamiento y dar algunas de la claves que hicieron cambiar al mundo, incluidos hombres y mujeres que él admiraba, para acabar con la libertad y el altísimo nivel en todos los ámbitos que caracterizó a la sociedad de antes de la Primera Guerra Mundial.
Es cierto que en los tiempos que corren, obras sobre la crisis hay muchas, pero encontrar la esencia para estar en gracia, como lo estuvo Zweig, es otra cosa. En este grupo de privilegiados, aunque totalmente alejado del austriaco y por razones muy diferentes, incluiría también a Petros Márkaris. Merece la pena conocer a través de su inspector Jaritos -un curioso personaje, protagonista de su serie de novelas policíacas- cómo vive la clase media griega la profunda crisis económica que atraviesa su país. Márkaris ha sabido, a través del género de la novela negra, que a primera vista no parece el más adecuado, encontrar un cauce para poner el dedo en la llaga, en muchas de las ocasiones con un irónico humor, de muchas de las razones de esta crisis y sus consecuencias para el griego de a pie.
En esta especie de secta de inspirados, también quiero incluir hoy a Fernando Riquelme y su novela “Los hijos del trueno”. Otro ejemplo de que hay quienes ven un poco más allá que los demás. Lo que diferencia a esta historia de otras es que el autor no sólo se ha preguntado adónde nos llevará esta crisis, sino que ha imaginado con todo lujo de detalles las consecuencias que podrían derivarse en el futuro -hasta 2018- para novelarlas y mezclarlas con intrigas financieras e historias de superación en un mundo que, en su novela, termina tal y como lo conocemos hoy -al estilo de Zweig pero con otra vuelta de tuerca-.
En fin, en medio de tanta noticia negativa, al menos es satisfactorio comprobar que algunos han sabido encontrar esa inspiración que les distingue. Ojalá me llegue a mí algún día.