Hace más de un año ya, una mañana de lunes abrí mi correo electrónico y vi un mensaje que firmaba una tal Anay Sala y que no pretendía más que regalarme un poema. No era un poema suyo, no, era de otro, aunque ahora mismo no recuerdo de quién.
Le contesté, aunque sabía que era uno de esos correos que se mandan en masa y no suelo contestar a este tipo de correo. Le contesté porque me pareció tierno sin excusas, exageradamente generoso para con otros poetas, tremendamente humano.
Le contesté y me contestó y, desde entonces, todos los lunes comienzo mi semana con los versos que Anay me regala. Nos regalamos sendos poemarios y un buen día, supe que la Sala había publicado este nuevo libro que ahora sostengo entre mis manos, Medidas cautelares. Me lo hizo llegar al puerto de Santa María. Yo ya había leído Ý (Turno de réplica) que ganó el XXVI Premio de Poesía Carmen Conde, y debo decir que me enamoró la forma de enhebrar versos de la catalana.
Pero, Medidas cautelares, es aún mejor poemario porque experimenta en la concreción. La concreción no en abstracto, sino en la personal que es la más difícil porque requiere de una capacidad de deshacerse de la piel que nos envuelve que no está al alcance de todos.
El libro que publica Rúbrica Editorial y que firma Anay Sala es un compendio de la mejor poesía. De aquella poesía clásica que atiende a la música sin perder de vista el mensaje. El primer poema, “El ardid”, ya nos avisa:
Dejaré
que mañana sea tarde
para hacerlo a la luz que me convenga.
Escribir
estos versos que me tientan.
Cuando muera, si es que muero, por amor.
En estos versos se concentra el yo poético, la fuerza que arrebata la cordura y mete los dedos en una herida que aún está sangrando. Y el dolor es la primera persona del singular, aunque el poema es el arma.
Porque la poesía siempre implica arrancarse la piel y servirla en bandeja a nosotros, diablos que existimos de devorar versos y metáforas.
La tentación
Me lo dijo un diablo
al mediodía,
mesándome la crin de la conciencia:
“Abandona toda muesca
de dolor.
Y déjate llevar por el poema.”
Y en este poema resuena como un eco por la casa vacía, las voces femeninas de Sylvia Plath o Anne Sexton. El poema como curación y tortura; el poema como única forma de exorcizar la enfermedad que suponemos para nosotros mismos.
El lenguaje para Anay Sala es la forma en la que el ser humano puede dejar de serlo y convertirse, aún sin quererlo en dios de sus propios días:
Semántica
Las locuras de amor
se cometen o se acometen.
Nevaba y no viniste.
Ya ves,
ahora lo entiendo.
Es ese tono reflexivo, esa paz quieta y doliente lo que hace, de Medidas cautelares, un libro maduro y sabio que trastabillea donde lo haría cualquiera que se considere humano: el amor.
Hace más de un año que recibo, todos los lunes, un mail de Anay Sala. Más de un año que el destino me regalo una poeta.