Vampiros, deidades, zombis y fantasmas han invadido la filosofía. El gran Cthulhu ha despertado, la gente sueña disparates -son las propiedades mutantes de nuestra época, tan a contrapelo del sentido común-, y la filosofía responde a su llamada, rebasando la monótona lamentación sobre la cultura fracasada y concluida en la que parece naufragar nuestra época: