Son muy pocas las novelas cuyas tramas tocan el tema de ETA. A priori, puede resultar extraño, habiendo estado ETA presente en la vida pública durante décadas, pero la realidad es esta. Historias relacionadas con la organización las hay a miles, y no solo relacionadas con sus actividades, sino también con el lado humano (Véanse “Tu corazón, Idoia”, de José Luis Muñoz, o “Y Dios en la última playa”, premio Planeta del 81, de Cristóbal Zaragoza, por poner solo dos ejemplos), pero novelas, muy pocas. Supongo que hay varios factores para que esto ocurra y uno de ellos puede haber sido el miedo de los novelistas a meterse en un jardín que podría traer consecuencias negativas para su carrera y su persona. Sospecho que otro de los factores puede haber sido el considerar todo lo relacionado con la organización un tema tabú.
El caso es que Javier Abasolo nos cuenta en “La última batalla” (Editorial Erein) una historia en la que la sombra de ETA planea por toda la trama. En realidad, nos encontramos con dos novelas diferentes, una narrada con la técnica del narrador omnisciente que transcurre en el pasado y que nos cuenta la historia de Koldo Ferreira, un activo sindicalista de los astilleros Euskalduna de Bilbao que acaba militando en ETA por circunstancias personales. Y otra narrada en primera persona por Mikel Goikoetxea “Goiko”, un ex ertzaintza metido a detective privado que en este caso le toca investigar un atentado sufrido por su propio ex jefe en la policía autonómica, Eneko Goirizelaia. Este, inexplicablemente, ya que nunca se había dedicado a las actividades terroristas, acude a recoger al propio Koldo en el presente a la cárcel el día de su liberación y ambos son ametrallados.
Con estos mimbres, Javier se monta una novela grandiosa de cuatrocientas setenta y nueve páginas con la que hace viajar al lector entre los primeros y convulsos años ochenta y la actualidad. Y digo grandiosa por la propia historia y por la forma de narrarla, por un lado la primera persona bajo la perspectiva de Goiko al más puro estilo de la novela negra clásica, y por otro el narrador omnisciente que aporta variedad y riqueza de escenarios y perspectivas.
En la novela aparecen policías, yonkis, traficantes, etarras y un sinfín de personajes perfectamente dibujados que se mueven (excepto un par de puntuales viajes a Cantabria y a La Rioja) por dos Bilbaos muy diferentes: el antiguo e industrial del pasado y el moderno del presente. No es la primera vez que Javier mezcla ambos estilos narrativos en sus novelas consiguiendo excelentes historias, algo al alcance de muy pocos. Tampoco es la primera vez que su detective “Goiko” protagoniza las páginas de una de sus novelas. La primera en la que aparece es en “Pájaros sin alas” (Erein, 2010) y repite en “La luz muerta” (Erein, 2012), por tanto, esta es la tercera que protagoniza.
En “La útima batalla”, que se lee sin necesidad de haber leído las anteriores, el detective pone su vida en peligro por desentrañar el misterio del atentado y se ve metido en una vorágine en la que llega a entrever los hilos del poder que nos gobierna en la sombra. El lector se enfrentará a la lectura de una prosa fluida con un ritmo trepidante cuyos personajes no son ni del todo buenos ni del todo malos, sino presas de sus propias circunstancias.
“Goiko” se consolida como uno de los detectives clásicos del policíaco español y puedo adelantaros que seguirá ejerciendo de llanero solitario en sucesivas obras de Javier, un escritor al que no se puede perder de vista, que hereda lo mejor de la tradición narrativa vasca y abandera a toda una generación de escritores más jóvenes, cabeza visible de la editorial Erein junto a otro gran novelista, Jon Arretxe que, por cierto, estrena también novela (612 euros).
La novela nos muestra un mundo pasado por el crisol del escepticismo de “Goiko”, que tuvo que pedir la excedencia en la Ertzaintza tras ser acusado falsamente de pederastia. A partir de ahí, su vida cambia, ya que no todos le apoyaron, empezando por su mujer, que lo abandonó y más tarde murió asesinada. Un tipo duro, pero en el fondo, rebosante de ternura aunque esta solo la guarde para sí mismo y sus allegados. Vive de sus honorarios, aunque en este caso no cobre ni un duro, y gracias a la herencia recibida a la muerte de su amigo y mentor Arturo Apodaka.
Mención especial merece Koldo Ferreira, el etarra, un tipo demasiado atormentado que aunque de padres gallegos, acaba militando en ETA especializándose en la ejecución de traficantes de droga debido a la muerte de su hermano por sobredosis, con el que el lector llega a identificarse a lo largo de varios capítulos.
Una novela, en definitiva, muy bien trazada con las dos técnicas narrativas mencionadas anteriormente, y muy bien documentada, por un escritor que…, bueno, es que yo soy muy de Abasolo.
Zorionak eta eskerrik asko, Javi.
José Javier Abasolo: Bilbaino del 57, he publicado las siguientes novelas: Lejos de aquel instante (1997, Premio de Novela Prensa Canaria 1996 y finalista del Premio Hammett 1997, traducido al francés), Nadie es inocente (1998, traducido al francés e italiano), Una investigación ficticia (2000), Hollywood-Bilbao (2004), El color de los muertos (2005), Antes de que todo se derrumbe (2006, Premio García Pavón 2005), El aniversario de la independencia (2006), Heridas permanentes (2007), Pájaros sin alas (2010, traducida al euskera y ucraniano), La luz muerta (2012) y La última batalla. Colabora habitualmente en Radio Popular/Herri Irratia , y publica de vez en cuando artículos en el periódico municipal mensual Bilbao y en el diario El Correo de Bilbao. Procura, asimismo, no perderse la Semana Negra de Gijón ni la BCNegra de Barcelona.