El tiempo pasa y la batalla de la vida continúa, día a día, con más responsabilidades y complicaciones cuanta más edad cumplimos, con más imprevistos, más decepciones y, a menudo, el cansancio por las cartas que la vida te asigna cada vez que las reparte. No obstante, ahí seguimos.
No, este año no ha sido fácil. No soy la única que aseveraría tal, sé que hay muchos a los que estos centenares de días mil asuntos los han puesto a prueba, mil dificultades les han surgido y mil más han tenido que superar. De tal forma, uno llega a su fin con el ánimo cansado, con la tristeza navideña de estas fechas, con el dolor de las ausencias, con el recuerdo de Nocheviejas que parecen haber sido disfrutadas en existencias paralelas.
Definitivamente, no ha sido un año fácil. Han fallecido seres queridos; has pasado demasiado tiempo en hospitales, por ti y por los tuyos; se han padecido decepciones y se han afrontado sustos importantes. Al final, se han combinado circunstancias tales que la existencia sigue siendo un maratón, una carrera de fondo que muchos ni siquiera comprenderán; pero la mayoría, sí.
Lo cierto es que a mi alrededor he escuchado a un gran número de personas asegurar que despedirán el 2017 de la forma más abrupta, pues tales desgracias les ha traído, tales males les han azotado. Todas ellas ansían que esos doce meses prestos a estrenar aporten luz, esperanza, fuerza y energía, a esa batalla diaria en la que cuidamos a los demás y los demás nos cuidan, en la que los papeles se van alternando según las etapas de la vida.
Sí, ha sido un año duro. Sin embargo, también ha habido sonrisas de las que despejan un cielo cubierto de nubes negras, demostrando que un rayo de sol puede siempre salir de la más absoluta oscuridad; palabras de aliento, giros inesperados y mágicas sorpresas de alguna que otra persona que posee el infrecuente poder de desconcertarte; y las amistades inseparables, desde hace décadas, que comprenden un gesto sin necesidad de explicación, que saben instintivamente lo que uno necesita.
No sabemos que nos depararán los próximos 365 días. Cuando algunos lo piensan, se dedican a hacer promesas que nunca cumplirán, mientras que otros tienen tanto miedo de sus deseos que ni siquiera los reconocerán con el cambio de fecha. También habrá quien se deje llevar por la ingenua e inmadura ilusión de que todo absolutamente va a ser maravilloso, negando lo terrible y lo magnífico de la existencia, esa dualidad que caracteriza el hecho de estar vivo.
Si no supiéramos el dolor de las lágrimas, no podríamos apreciar el valor de las risas. Si no conociéramos la punzada de la decepción, no apreciaríamos la alegría de saber que estábamos equivocados en un mal pensamiento.
Yo sugiero que pidamos coraje. Pidamos coraje para seguir combatiendo las situaciones injustas, para no doblegarnos, para no traicionarnos a nosotros mismos, para no permanecer en el suelo cuando caigamos, para tener el valor de pedir ayuda si la necesitamos, para tener el valor de decir lo que sentimos. Por eso, pidamos coraje, porque el miedo nos paraliza, aunque sea necesario sentirlo para valorar lo que nos rodea y mantener los pies en el suelo. Pidamos coraje para superarlo, afrontarlo y plantar cara a todas las escaramuzas que se nos presenten a lo largo de los días venideros.
Vendrán tiempos oscuros, pero deseemos también que las personas que nos reconcilian con el mundo sigan a nuestro lado, que la enfermedad todavía se olvide de nosotros, que apenas tengamos que vernos en tanatorios, que los buenos momentos compensen los malos en la balanza del Fin de Año. Pidamos estar aquí para escribir y para leernos, y seguir teniendo el valor de vivir como queremos vivir y de sentir como sentimos, pese a todo y pese a todos.
El tiempo pasa. Y es cierto que siempre nos ganará la batalla. Lo mínimo que podemos hacer es gastarlo como realmente queremos y podamos permitirnos, jamás desperdiciarlo. No desaprovechar las oportunidades, no infravalor lo poco o lo mucho que tengamos y usarlo como deseemos, no como desean los otros, en la propia contienda de nuestro día a día. Recuerda que nadie puede vivir tu vida por ti, así que aprovecha este año que empieza para cambiarlo todo. No concedas a los otros un derecho del que, seguro, te arrepentirás cuando pasen lustros. Pidamos coraje, despleguemos las alas y volemos.
Feliz Año Nuevo.