La cruda realidad

La cruda realidad

Por @SilviaP3

La cruda realidad es que todos y cada uno de nosotros somos absolutamente responsables de nuestros actos. Podremos explicarlos y argumentarlos, podremos hacernos comprender o no, podremos tener razones más o menos justificadas para encuadrarlos; pero a pesar de todo ello, los únicos responsables de nuestros actos somos nosotros mismos.

La cruda realidad es que el amor no lo cura todo, por más que quieran hacernos creer lo contrario. Porque cada uno de nosotros toma las decisiones sobre su vida, y por más amor que demos o hayamos dado, nadie puede ayudar a quien no quiere ser ayudado, nadie puede salvar a quien no desea ser salvado. Y cuanto antes comprendamos y asumamos eso, menos daño nos haremos. La cruda realidad es que quien desee superar los problemas que posee, que ha creado o que le han sido impuestos, necesitará el amor y la amistad para hacerlo del mejor modo posible, pero quien no lo desee… desengáñense, ni todo el amor del mundo ni la amistad más sincera le valdrán absolutamente para nada.

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FUENTE: Pixabay

La cruda realidad es que vivimos rodeados de historias en las que nos cuentan que las damiselas dulces y buenas salvan a las almas atormentadas de sus propios infiernos, pero eso es mentira. Alimentar esa idea en libros como Cincuenta sombras de Grey y similares ayuda a que la imagen de personas con auténticos problemas psicológicos sea normalizada de tal forma que se siga negando su importancia, mientras se retroalimenta esa dependencia romántica de la imagen virginal que salva al canalla de sus propios horrores, cuando ella suele acabar siendo su víctima.

La cruda realidad es que la mayoría de las veces se generan grandes problemas por no afrontar los pequeños. Y nos pasamos la vida escudándonos tras un sinfín de muros, más preocupados en protegernos que en aprovechar los segundos que nos han sido dados. Utilizamos el tiempo como coartada constante para lo que hacemos, para lo que dejamos de hacer, para lo que no nos atrevemos a hacer, para lo que ansiamos conseguir, para justificar la pereza, la apatía, el miedo o la inseguridad. Y lo hacemos sin darnos cuenta de que el tiempo será el que se ría el último, cuando venga con la agenda de nuestra vida, mucho más fina ya en su lado derecho, y nos pase la factura. Porque a aquellos que no reaccionen ahora, aquellos que no vivan el ahora, aquellos que no afronten esos problemas ahora, aquellos que no deseen salvarse ahora, no van a tener suficiente para pagarla.

La cruda realidad es que somos responsables de nuestros éxitos y de nuestros fracasos. Somos responsables de nuestra vida. Somos responsables de nuestros actos. Por eso es tan importante cada segundo, cada decisión y cada suspiro de nuestros labios. Ojalá viviéramos cada día sin olvidarlo.