Un exceso de positividad está cambiando el paradigma de occidente, sentencia Byung-Chul Han, filósofo alemán de origen coreano en su libro ‘La sociedad del Cansancio’, un interesante ensayo que hace unos días reseñaba en este blog. Hoy quiero acercaros ‘La sociedad de la transparencia’ (editado también por Herder Editorial, en el año 2013), de este mismo autor, en el cual el filósofo profundiza sobre las consecuencias que el abandono de la negatividad y de toda resistencia a la alteridad está operando en la sociedad actual, totalizado el concepto de la transparencia hasta convertirlo en un fetiche.
“Ningún otro lema domina hoy tanto el discurso público como la transparencia”, explica Byung-Chul Han. La omnipresencia de lo transparente no puede reducirse a un cambio en el ámbito de lo político o lo económico, sino que encuentra su explicación dentro de un cambio de paradigma social, en lo que el autor denomina la nueva ‘sociedad positiva’. La abolición de lo negativo ha inundado el torrente del capital, la comunicación y la información; el cálculo, la dirección y el control someten hoy nuestras acciones volviéndolas transparentes.
“La transparencia es una coacción sistémica que se apodera de todos los sucesos sociales y los somete a un profundo cambio”. Desmontando toda su negatividad, eliminando lo extraño, la imposición de la transparencia busca volver nuestras acciones operacionales y acelerarlas. “Las cosas se tornan transparentes cuando se despojan de su singularidad y se expresan completamente en la dimensión del precio. El dinero, que todo lo hace comparable con todo, suprime cualquier rasgo de lo inconmensurable, cualquier singularidad de las cosas. La sociedad de la transparencia es un infierno de lo igual.”
“Una nueva palabra para uniformación: transparencia”
Carente de destino el tiempo ha perdido su carácter fluido para nivelarse a un presente siempre disponible, se ha vuelto transparente. El futuro se visualiza como un presente optimizado, se ha vuelto transparente. Las imágenes se han liberado de toda dramaturgia, de toda su profundidad hermética, se han vuelto pornográficas, se han vuelto transparentes. “La coacción de la transparencia nivela al hombre mismo hasta convertirlo en un elemento funcional del sistema. Ahí está la violencia de la trasparencia”, sentencia el autor.
Catalogando de ingenua la ideología del Post-Privacy, que busca el abandono de la esfera privada en pos de conducir a una comunicación transparente, Byung-Chul Han reflexiona sobre la imposibilidad de que opere una transparencia efectiva en los hombres consigo mismos o con sus semejantes, dado que el inconsciente permanece oculto para el Yo, lo cual vuelve también imposible una transparencia interpersonal, que por otra parte no es deseable. “Precisamente la falta de transparencia del otro es lo que mantiene viva la relación”, protegiendo la atracción y la vitalidad. “Una relación transparente es una relación muerta (…) sólo lo muerto puede ser transparente”.
El mundo se ha vuelto más desvergonzado y desnudo. Hoy, ejercitarse en la actitud de la distancia es una forma de resistencia ante el totalitarismo de la trasparencia. “La distancia y la vergüenza no pueden insertarse en el ritmo acelerado del capital, de la información y de la comunicación”. La negatividad de dejar que las cosas caigan en el olvido, o de no saber, muchas veces obra en beneficio, pero la sociedad de la transparencia no permite que nada escape a la visibilidad, ni da oportunidad a espacios vacíos, por lo que la inspiración y el pensamiento, ambos necesitados de esa laguna, se ven perjudicados. “Una sociedad que no admitiera ya ninguna negatividad de un vacío sería una sociedad sin dicha. Amor sin ninguna laguna de visión es pornografía. Y sin laguna de saber el pensamiento degenera para convertirse en cálculo.”
La sociedad positiva, escribe el autor, despojándose de toda negatividad se olvida de enfrentarse al sufrimiento y al dolor, olvida darles forma. Para Nietzsche, el alma humana agradece su profundidad, grandeza y fuerza, precisamente, a la demora en lo negativo. La infelicidad inculca fortaleza. “La sociedad positiva está en vías de organizar el alma humana totalmente de nuevo. En el curso de su positivación también el amor se aplana para convertirse en un arreglo de sentimientos agradables y de excitaciones sin complejidad ni consecuencias.”
El amor, despojado de sufrimiento y pasión, de sus figuras negativas, se ha domesticado, expresa Byung-Chul Han, volviéndose una fórmula de consumo y confort. En la sociedad positiva “Hay que evitar cualquier lesión. Cede el disfrute sin negatividad, aunque por otra parte, en su lugar devengan perturbaciones psíquicas como agotamiento, cansancio, depresión, atribuible a un exceso de positividad.”
En cuanto a la política, el autor escribe “La política es una acción estratégica. Y, por esta razón, es propia de ella una esfera secreta. Una transparencia total la paralizaría (…) Sólo la política como teocracia se las arregla sin secretos. Aquí, la acción política cede a la mera escenificación”. Por lo que sentencia que la sociedad positiva va camino a la pospolitización, a una política exenta de colores e ideologías, trasparente. La opinión reemplaza a la figura negativa de la ideología, siendo menos radicales y penetrantes, se libran de tener consecuencias. “Así, la actual sociedad de la opinión deja intacto lo ya existente”. Por lo que el totalitarismo de la transparencia actúa como un efectivo estabilizador del sistema.
“El veredicto general de la sociedad positiva se llama <me gusta>”
“Sin la negatividad de la distinción se llega irremisiblemente a una excrecencia general y a una promiscuidad de las cosas”. La simple acumulación de información, explica Byung-Chul, no implica verdad, ya que le falta un sentido, una dirección. Transparencia y verdad no son equiparables, pues la verdad se ubica dentro del rango de lo negativo al declarar todo lo otro como falso. La falta de esa negatividad de lo verdadero implica una imprecisión que se ve agravada por la hipercomunicación y la hiperinformación.
La negatividad de la separación, del secreto, de la delimitación, el encierro, se ve abolida en la nueva sociedad de la exposición. Las cosas se han vuelto mercancías y han de ser expuestas, todo su valor reside en la exposición y en el capital de atención que genere, desintegrando el <valor cualtual> del que hablaba Walter Benjamín, el valor de culto de lo misterioso y lo inaccesible. “El imperativo de exposición conduce a una absolutización de lo visible y lo exterior. Lo invisible no existe, porque no engendra ningún valor de exposición, ninguna atención.” La hipervisibilidad afecta incluso al cuerpo, que vuelto hacia afuera, despojado de toda negatividad, desvestido y expuesto, se ha cosificado como un objeto de exposición al que hay que optimizar, exponer y explotar.
Sobreexpuesto a la mirada y al consumo inmediato, el cuerpo se ha vuelto pornográfico, obsceno, aniquilando el eros, el sexo. “La exposición pornográfica produce una alienación del placer sexual. Hace imposible experimentar placer (…) La sociedad de la trasparencia es enemiga del placer.” El placer necesita del encubrimiento, la negatividad del secreto, el velo. La seducción de la máscara, la ilusión y la sugerencia estimulan el placer, la tensión erótica. “No es casual que la actual sociedad de la trasparencia sea a la vez una sociedad de la pornografía.” La fantasía y el encanto ya no traman sus posibilidades en el placer de lo ambiguo, en la fascinación del misterio, la hipernitidez no deja lugar a ningún rodeo imaginativo, algo que no restituye ningún recibir y disfrutar. Despojada de la intensidad del misterio, la imagen pornográfica, sin nada que permita el lento goce contemplativo, nada por vulnerarse, no impresiona, a lo sumo es el objeto de un <me gusta>.
““La violencia de lo transparente vuelve sospechoso todo lo que no se somete a visibilidad (…) La comunicación visual se realiza hoy como contagio, desahogo o reflejo. Le falta toda reflexión estética. Su estetización es, en definitiva, anestésica”. El “me gusta” como juicio no requiere ninguna contemplación que se demore. La complejidad vuelve más lenta la comunicación, así, la hipercomunicación anestésica minimiza la complejidad en pos de acelerarse. “Es esencialmente más rápida que la comunicación del sentido”. La transparencia va unida a un vacío de sentido. “La masa de la información y comunicación brota de un horror vacui”.
La dialéctica de la libertad como nuevo modo de control
La mirada absoluta de la era digital ha destituido la imagen de control del panóptico diseñado por Jeremy Bentham, reemplazándolo por un panóptico no perspectivista, es decir, sin que la despótica vigilancia omnipresente provenga de una figura en el centro. La distinción entre centro y periferia se ha diluido, el panóptico digital funciona sin ninguna óptica de perspectiva, su eficacia está en que se produce desde todos los ángulos, desde todas partes.
La soledad, el aislamiento y la incomunicación propia del modelo panóptico que se aplica en el panóptico de Bentham, no es aplicable al modelo digital. Los moradores del panóptico digital se conectan y comunican entre sí. “Lo que garantiza la transparencia no es la soledad mediante el aislamiento, sino la hipercomunicación.” Además, los moradores del panóptico digital colaboran activamente en la construcción del mismo, y en su conservación, ellos se exhiben y se desnudan. “El exhibicionismo y el voyeurismo alimentan las redes del panóptico (…) La exhibición pornográfica y el control panóptico se compenetran.”
El desarrollo actual del mundo apunta en pos de un gran panóptico digital. Un panóptico total, sin separaciones de adentro u afuera, sin muros. “Google y las redes sociales, que se presentan como espacio de libertad, adoptan formas panópticas. Hoy, contra todo lo que se supone normalmente, la vigilancia no se realiza como ataque a la libertad. Más bien cada uno se entrega voluntariamente a la mirada panóptica digital. El morador del panóptico digital es víctima y actor a la vez. Ahí está la dialéctica de la libertad, que se hace patente como control.”
Sobre el autor: Byung-Chul Han, de origen coreano, estudió filosofía en la Universidad de Friburgo y Literatura Alemana y Teología en la Universidad de Múnich. En 1994 se doctoró por la primera de dichas universidades con una tesis sobre Martin Heidegger. En la actualidad es profesor de Filosofía y Teoría de los medios en la Escuela Superior de Diseño de Karlsruhe. Autor de más de una decena de títulos, ‘La sociedad del cansancio’ es su primera traducción al castellano.
Una vez más, muchas gracias.Esto es algo más que un “m2 gusta”, sin duda.
Por supuesto, Raquel. Si te has tomado el tiempo de leer toda la reseña y meditar al respecto, es un “me gusta” con fundamento, lo cual se agradece, al igual que tus generosos comentarios. Un abrazo.
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Hola Ana.
Te envío este texto mio, que escribí hace unos 6 meses. está inspirado en textos de Baudrillard, Lipovetzky.
Tiene una extraña coicidencia con el texto de Byung-Chul Han.:
OTRA VES CON LA PREGUNTITA FAMOSA ¿QUE ES EL ARTE?
¿Qué es el arte?, esta pregunta mil veces formulada a obtenido mil veces respuesta. Seguramente se seguirá repitiendo esta pregunta y surgirán nuevas respuestas.
Quizá sea mejor plantearse por que el arte es una manifestación tan humana, tan especial, tan vital, una experiencia que nos acompaña como una forma de gloria que nos eleva por sobre nuestra relación básica del mundo.
Yo he realizado cientos de obras, dibujos, pinturas, poemas, objetos. Los he parido y en todos ellos se encuentra una clave que describe parte de mi mundo mas sutil y sensible. Esos objetos los hice aparecer, se pintaron, se escribieron, sonaron…y han dejado una huella que es una prolongación metafísica de mi mismo, una forma de expandirse y desnudarse.
Ahora las veo, las recorro con la mirada y me pregunto si ha valido la pena. ¿Qué impulso extraño me ha llevado a esta forma tan rara de expresar mi ser?, que miserable ímpetu me ha llevado a expresar mi vida de esta manera, ¿conseguir resultados?,¿tener éxito? ¿sentirme admirado o amado? ¿creer que doy un poco de felicidad? ¿Creer que he podido emocionar? y si todo esto fuera cierto, ahora me digo, y que más da, si finalmente ya no importa nada a nadie, ni al que le ha gustado, disfrutado, comprado, regalado. A nadie en el fondo le importa una mierda. Ya puede ser el trabajo de un conocido o la obra de un gran maestro. A nadie, ni al mundo, ni siquiera a la historia le importa, y tampoco nadie lo necesita, es simplemente algo que esta ahí, como los árboles, las piedras, la calle, la tele, la comida, el sombrero, que mas da, es parte del paisaje que rodea lo humano, ninguna cosa es mas importante que otra, solo por un momento brilla, igual que una camisa nueva o una tarta de cumpleaños, es igual, mañana habrán mas camisas mas cumpleaños, mas inauguraciones, mas reuniones, mas pasajeros de autobuses, mas niños que comienzan el colegio, solo es algo mas, como volver a poner aceite para freír el próximo huevo. Son cosas humanas, normales.
Es por esto que el arte no es nada diferente a afeitarse por las mañanas o cerrar con llave la cerradura. Es simplemente lo mismo, es expresión humana.
Entonces llega el momento de preguntarse ¿y para que? para que me tengo que abrochar el botón de la chaqueta, que sentido tiene teñir de barniz la mecedora, por que tengo que seguir pisando siempre mi propias huellas, por que dejo que el mar me cubra ligeramente las piernas. Es como pensar que tiene algún sentido utilizar esa posición tan bochornosa para secarse la espalda, mover de sitio la fotografía de la abuela o hacer flexiones por la mañana, solo son cosas que pasan, solo es algo inherente con nuestro destino, no hay forma de evitarlo.
Creo que ya es hora de asumir que el arte, la única explicación que tiene es que no hay forma de evitarlo. Cuando esto se descubre, sucede que todas las cosas comienzan a desaparecer, se vuelven transparentes. Es transparente tu carnet de identidad, la cita al médico, la ventana abierta de la acera del frente, recibir tu sueldo, tirar la basura, saludar al vecino, ir a votar, las cosas comienzan a hacerse transparentes y todo, incluido uno se empieza convertir solo en algo, en algo que es muy poca cosa. Empezamos a experimentar que todo es simplemente lo mismo, todo incluido el arte, no hay ninguna diferencia, y esto es el infierno, “el infierno de lo mismo”.
En este infierno de lo mismo, todo es igual, desaparecen las categorías, desaparece toda diferencia, ya las cosas dejan de tener contorno ya no dan sombra y son translúcidas en todas las direcciones, no hay matices, no hay excesos ni nimiedades, no hay temores ni seguridades, la reflexión desaparece, no hay ningún tipo de contacto por que todo está conectado, no hay arriba o abajo, no hay amor, no hay odio, el sufrimiento y la alegrías son la misma cosa, el dolor y placer se funden en una no sensación, ya no hay forma de saludar a nadie porque no hay a nadie a quien saludar, la justicia y la injusticia es lo mismo, no hay riqueza ni pobreza, no hay cosa peores ni mejores, la distancia desaparece, el infinito de diluye en la nada, los dioses y los hombres son lo mismo, y finalmente se trata de eso, todo una misma cosa que no es. “Un agujero en una cosa que no es”.
Cuando por fin te das cuenta, ya nada importa por que todo lo importante sencillamente ya no es importante, incluso ya todo esto que no importa nada ni siquiera existe, esto es el final del recorrido, la nada, aquella que no lleva artículo, sino sería algo.
Cuando comprendes esta tragedia sin tragedia, has topado con el infierno, el infierno de lo mismo y a el estamos todos condenados.
Este era el plan del mal, ese era el secreto del crimen perfecto, aquel que no deja ninguna huella. Es por esto que preguntarse que es el arte, es una soberana estupidez.
Algo que nunca he dicho y que nunca diré
Roberto
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[…] La sociedad de la transparencia, Byung-Chul Han, Herder, 2013 […]
[…] La sociedad de la transparencia, Byung-Chul Han, Herder, 2013 […]
Excelente artículo sobre el libro del profesor coreano-aleman. La idea del panóptico sin centro ni bordes es alucinante y cierta. El espacio “oculto”, subjetivo, que nos hace humanos y “diferentes” unos de otros, se diluye y se convierte en “transparentemente pornográfico”, incapaz de contener un “alma” creativa y psicologicamente compleja.