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Almas grises

¿Somos adictos al dolor ajeno? Los informativos muestran masacres, accidentes, catástrofes y cualquier drama social. Aunque teniendo en cuenta que hoy en día abundan las malas noticias y las buenas, si no nos atañen a nosotros, no nos importan… ¿Es ahí dónde radica la maldad del ser humano? ¿En consumir violencia y dolor por doquier? Todas estas preguntas se me plantean después de leer la novela Almas grises de Juan Luis Marín. La velocidad de su lectura y de cómo se acontecen los hechos no es apto para cardíacos, pero los amantes de las emociones fuertes disfrutarán sumergiéndose en sus páginas. Cada capítulo es como un bofetón en la cara, un nuevo secreto revelado, un misterio que resolver… Intriga, emoción y sexo se sirven en la dosis justa para convertir a sus personajes en auténticos actores que empuñan pistolas y se ahogan en sus vicios. Una persecución entre buenos y malos que se convierte en un círculo vicioso al estar corrompido y manipulado.

Los peleles, los asesinos, el falso Héroe, las víctimas, Ángela y el equipo de policías que la rodea, todos están contaminados por la amarga brisa de La Capital. Todos sufren, todos respiran el mismo aire enturbiado de un dolor tan profundo, viven como borregos hacinados, cumpliendo normas, siguiendo los horarios impuestos, las normas establecidas, presos de sus propias rutinas. Pero unos cuantos buscarán despertar para tropezar con otro tipo de jaula, inundada también por la insatisfacción y la impotencia. Las Almas grises se esconden en las sombras, en las cloacas, te acechan en cada esquina, en cada página, pero, ¿qué son realmente? ¿quiénes están tras ellos? ¿existen personas así en la vida real? No puedo ni debo revelar más del contenido de esta sorprendente novela negra, pues os estaría privando de sentir en vuestras propias carnes el dolor ajeno y la sacudida de una prosa delirante y directa, sin tapujos.

Eso sí, como aperitivo os dejo algunas frases:

“Por eso, Toledano decidió abandonar.

Todo deja de ser un derecho cuando el tiempo lo convierte en obligación.

Por eso tuvo que escapar del nuevo mundo que creía haber encontrado. Cuando se convierte en rutina.

Por eso deambula en La Capital con los zapatos manchados de sangre de un perro muerto”.

“DOLOR.

La  banda sonora de una época pasada, de una ópera que llamó su atención y que estudió e interpretó hasta la saciedad, hasta que se convirtió en un acto mecánico. Pero hay una parte de sí mismo que la echa de menos”.

“Podrían asfixiarse con los hilos que les mueven y seguirían sin verlos. Por eso, dentro de su coche, de nuevo en una interminable guardia, bostezan aburridos, cansados, sin saber qué demonios hacen o qué cojones vigilan. Solo están; más que suficiente para un ignorante”.

“Los hospitales siempre están llenos. Y casi todo el mundo los odia. Curiosa paradoja. Parece que algunos hagan verdaderos esfuerzos por acabar en un lugar que detestan”.

“Millones de personas escucharán sus palabras y los creerán por una sola razón: lo está diciendo un policía que sale en televisión. Podría se un fontanero y nadie se daría cuenta del engaño. Pero Doni sabe más que esos millones de personas crédulas, adictas a algo que llaman información, y solo encuentra, filtrado por el alcohol, un modo de hacer callar al embustero busto parlante”.

 
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