Hoy, en el diario La Opinión, en su edición de Cartagena, leo estupefacto un titular puesto en boca de la alcaldesa de esta ciudad, que reza así: “Estoy harta de paletismos, localismos y estrecheces mentales con las muestras del tesoro de la Mercedes”.
Aterrizo entonces en que necesariamente debo ser un perullo, que es el adjetivo usado en el vocabulario autóctono cartagenero que se traduce como: paleto; porque al igual que otros ciudadanos de la trimilenaria ciudad de Cartagena, no estoy de acuerdo en que las exposiciones temporales de la carga del tesoro de la fragata Nuestra Señora de las Mercedes, repartidas por España, estén dotadas de mayor contenido y gocen de mayor publicidad que la exposición permanente alojada en el ARQVA, que es el Museo Nacional de Arqueología Subacuática, sito en Cartagena.
Pienso -con permiso de la excelentísima regidora-, que si el Museo Nacional de Arqueología Subacuática recibe el tesoro, lo custodia, lo trabaja por medio de sus expertos para ponerlo en valor y asume su investigación, se merece exhibir la mayor parte de la carga expositiva y que las exposiciones itinerantes, deben mostrar tan sólo, unas pocas monedas que sirvan de referencia para que el público acuda a Cartagena, al citado Museo Nacional, para contemplar la muestra en toda su grandeza.
Lo demás son: “romericos al viento”.
Sin embargo, queda claro por sus declaraciones, que la alcaldesa de Cartagena se permite llamarnos paletos a los ciudadanos que no pensamos como ella.
Bien podríamos decirle a esta señora, que sus humillantes declaraciones son una perullá campera, que es otra expresión cartagenera que define la acción de largar una sandez como la arrojada por la persona que debería dedicarse en cuerpo y alma a defender los intereses de los habitantes de la ciudad que gobierna, en lugar de ridiculizarlos.
Pero claro, para eso, primero debería saber que lo nuestro no es un localismo, es el sentir de un pueblo irredento que se sabe con tres mil años de historia a sus espaldas y que está harto de una infinitud de personajes que como ella, han pasado por la ciudad con más pena que gloria.
Qué fantástica ocasión ha desaprovechado esta mujer para reconciliarse con una ciudadanía, que incomprensiblemente, le ha dado una mayoría absoluta en las urnas.
Desde luego, no creo que esos votos le otorguen autoridad alguna a la alcaldesa para menospreciar a miles de hombres y mujeres, por el mero hecho de que no compartan su particular forma de gestionar la riqueza cultural de la ciudad.
Igual la culpa es nuestra por ser unos perullos y no estar a su altura intelectual.
No dudo de que la susodicha será una eminencia académica, pero tampoco dudo de que es una soleta, que es otro adjetivo que usamos los cartageneros para designar a las mujeres maleducadas e impertinentes.
Totalmente de acuerdo