Por @SilviaP3
Antes de reseñar Cartas desde Dinamarca. Correspondencia 1931-1962 de Karen Blixen, y para no llevarnos a engaño, debo confesar, no sólo mi devoción por la autora, sino también mi debilidad por leer todo cuanto libro cae en mis manos sobre las epístolas de los escritores. Siempre me acerco a ellos con una sensación peculiar, que combina el interés, la curiosidad y cierto pudor al sentir que uno se está inmiscuyendo en la vida íntima de otra persona, por más que la admire, le inspire o le agrade.
Seguramente, el género epistolar resulta fascinante precisamente por ese cúmulo de informaciones, sentimientos y sensaciones que recibimos y experimentamos al abordarlo. No obstante, pocos son los libros que recogen las misivas de tal o cual autor que consiguen emocionarnos tan inmensamente como lo han hecho el resto de sus obras, aquellas que sí fueron vestidas para ser expuestas al mundo, al contrario de unas cartas que fueron escritas en un entorno íntimo y privado para ser leídas únicamente por su destinatario.
De tal forma, a menudo resulta decepcionante leerlas, corriendo el riesgo de que se nos caiga la imagen de su remitente a pedazos, costándonos asimilar que tales narraciones y epístolas hubieran salido de la misma pluma. Sin embargo, otras veces la lectura de esas líneas provoca que nos reencontremos con un viejo amigo, como si la correspondencia de un autor terminara por descubrirnos la verdadera honestidad de sus creaciones. Al fin y al cabo, quien es honesto en sus obras, nutriéndose tanto de los sentimientos como del intelecto, se expone por todas partes cada vez que escribe; de modo que, aun cuando esas cartas no estuvieran firmadas, uno sería capaz de decir: Esto es de X.
Así sucede con la correspondencia de la baronesa Karen Blixen, más conocida por su seudónimo Isak Dinesen.
En la primera etapa de su vida, la aristócrata, después de haberse casado con un primo lejano, partió a Kenia con su marido para dedicarse al cultivo del café. Divorciándose en 1925, y quedando al frente de la plantación hasta 1931, año en el que se produjo la caída de los precios, la autora regresó a su país natal y comenzó a publicar sus libros, esperando aumentar sus ingresos. La recopilación de sus cartas durante esas tres últimas décadas de vida, en las cuales desarrolló su carrera literaria, provocan que nos reencontremos con la escritora danesa cuya fama se multiplicó en 1985, cuando su obra autobiográfica La granja africana, fue llevada al cine por el director Sydney Pollack, e interpretada por Meryl Streep.
En las Cartas desde Dinamarca, que Nórdica Libros edita por primera vez en castellano, con la esmerada traducción de Enrique Bernárdez, el lector tiene la oportunidad de asomarse a los pensamientos más íntimos de la baronesa; a la añoranza por lo que ella consideraba la que había sido su vida plena; a sus problemas de salud causados por la sífilis que le había contagiado su marido, así como los tratamientos a los que la sometieron en la época; a sus razones para escribir; a su negativa a reconocer públicamente la autoría de Vengadoras angelicales, que había publicado con el seudónimo de Pierre Andrézel; y a la indignación latente que de vez en cuando aparece ante el hecho de tener que pagar un precio en el mundo por ser fiel a uno mismo.
Las misivas van dirigidas, entre otros, a personas tales como a su íntimo amigo Gustav Mohr, a su hermano Thomas Dinesen, al investigador literario Aage Henriksen, a los africanos con los que mantenía el contacto desde que había vivido en Kenia y a sus editores.
La correspondencia editorial resulta sumamente interesante, no solo por la actitud de la escritora ante su obra y su esfuerzo por protegerla, sino también por el detallado informe que realiza sobre las malas traducciones a las que la ve sometida cuando, tras mucha reticencia, autoriza a que se lleve a cabo.
Entre epístola y epístola, facilitando la lectura en una acertada edición, nos encontramos con párrafos en cursiva que nos sitúan en el contexto histórico adecuado y con la información personal necesaria para entender por completo el momento en el que las cartas fueron escritas. Se respetan también en la traducción los anglicismos con los que la escritora salpimentaba su discurso, de manera que, en su conjunto, nos adentramos en la psique de la baronesa sin ambages.
La faceta literaria sobresale por encima de todas las demás en sus textos. Así, las referencias de Blixen a Goethe, Shakespeare, Sócrates o a las hermanas Brönte son constantes; los dimes y diretes con los estudiosos de sus creaciones se presentan con suma frecuencia; y en los últimos años el proyecto de una novela fantástica, Albondocani, que no llegó a terminar, resulta un tema recurrente.
Además de ello, el libro recoge la carta de agradecimiento que la baronesa remitió a Ernest Hemingway el 1 de noviembre de 1954, cuando el escritor, tras haber recibido oficialmente el Premio Nobel de Literatura, declaró en una entrevista realizada ese mismo día, que hubiera sido más feliz «si el premio hubiera recaído en la bella escritora Isak Dinesen, o en Bernard Berenson (…)».
En resumidas cuentas, con Cartas desde Dinamarca, uno vuelve a caer subyugado por la prosa de esta danesa, que a menudo se despedía de sus destinatarios con un simple deseo:
Buen viento.
BLIXEN, Karen. Cartas desde Dinamarca. Traductor: Enrique Bernárdez Editorial: Nórdica Libros Páginas: 496 ISBN: 978-84-15717-11-9