(Filadelfia, 7 de abril de 1915-Nueva York, 17 de julio de 1959)
Corría el año 1915. Manuel de Falla estrenaba El Amor Brujo.
En Filadelfia venía al mundo Eleanora Fagan Gough, Billie Holiday. Su madre, Sadie Fagan, tenía trece años. Su padre, Clarence Holiday, tenía quince.
Él las abandona cuando aún era un bebé. Ella, la abandona frecuentemente con gente de escasa reputación. Él, banjo y guitarra de la banda de Fletcher Henderson, apenas ejerció de padre.
La niña fue llevada a una escuela católica cuando tenía diez años tras haber admitido que había sido violada por alguien cercano a la familia. Se escapó dos años después y se marchó con su madre a Brooklyn donde, según ella misma, ejerció la prostitución.
A los diez años, aquella edad fatídica, ya estaba enganchada a la música, después de oír a Bessie Smith y Louise Armstrong. Se engancharía a muchas más cosas.
Con quince años hizo una prueba en un pequeño club de Harlem, el Pod’s and Jerry’s, en la calle 133. La contrataron, por supuesto.
Su vida cambió a los dieciocho años, cuando el productor John Hammond convence a Benny Goodman para que le acompañe a escuchar a aquella chica desconocida. Nada más oírla, Goodman, la ficha para el grupo que dirigía. Aunque no fue por mucho tiempo. En noviembre de 1934 cantó en el Apollo Theatre y Joe Glaser, manager de Louise Armstrong, la contrató. Al año siguiente debuta en el cine en la película Simphony in black con la orquesta de Duke Ellington.
De 1937 a 1940 comenzó a cantar en el Cafe Society de Nueva York, con un contrato de larga duración. Por esos años comienzan sus escarceos con la heroína que acabó con su vida algunos años más tarde. La vida de Holiday estuvo marcada por las adicciones: marihuana a los doce años, alcohol.
En 1943 gana la encuesta realizada por la revista Esquire entre los críticos musicales más importantes, desbancando a Mildred Bailey y Ella Fitzgerald.
Con treinta años se casa con el trompetista y también adicto a la heroína, Joe Guy y graba la versión de “Don’t explain”, que le revitalizó en su impronta musical.
En 1946 vuelve al cine junto a Louise Armstrong en la película New Orleans.
Norman Granz la contrató en 1953 para su sello discográfico y las giras del JATP (Jazz At the Philarmonic) y viaja a Europa por primera vez en su vida.
Pero la música, el éxito, la gente que la rodeaba, nada pudieron contra la heroína. Pasó los últimos cinco días de su vida custodiada por la policía, acusada de consumo de estupefacientes. Cuentan, incluso, que, mientras agonizaba, la policía intentó esposarla a su cama de hospital. Murió cuatro meses después que su marido, por la misma causa.