Título: Vida de una mujer amorosa
Autor: Ihara Saikaku
Traducción: Daniel Santillana
Editorial: Sexto piso
Páginas: 244
ISBN: 978-84-15601-12-8
Pongámonos en situación. Japón, siglo XVII, un escritor (hombre) siente la necesidad de señalar públicamente la hipocresía de sus congéneres, de una sociedad que le zarandea la conciencia. Algunos de sus coetáneos no valoran su literatura. Él, presiente que las mujeres son algo más que vagina.
Así, Ihara Saikaku, escribe Vida de una mujer amorosa. Lo que no puede hacer el escritor es desgajarse de su realidad, de las maneras que conjugan su entorno literario, de las formas rígidas y monolíticas que establecen cómo debe ser la creación. Por eso su libro se estructura en seis partes con cuatro sub partes cada una.
La historia comienza cuando unos viajeros llegan a un ermita donde se refugia la que fuera una de las prostitutas más famosas de su tiempo. Ellos quieren conocer los secretos del amor, pero ella sólo conoce las mentiras de la carne.
Amargo es el Ukidyo,
ruinoso mi cuerpo;
lamento mi vida
inústil como el vaho.
Con una prosa pausada, reflexiva y muy lejos de los aspavientos occidentales, Ihara Saikaku hace una crítica feroz de una sociedad jerarquizada y atada a los convencionalismos. Pero, a través de los ojos de una mujer que ya no tiene nada que perder, tras ser vendida por su padre para saldar una deuda, las palabras adquieren una significación mayor y un tono doloroso y terrible:
Una prostituta sólo puede rechazar a los hombres desagradables si es popular. Después todo se vuelve triste, pues debe aceptar a cualquiera, sean criados, campaneros, cojos u hombres con labio leporino. Hablar sobre los límites de este camino es triste, como lo es reflexionar sobre lo inestable que es el mundo.
De esta manera Saikaku llega al siglo XXI con una vigencia que desposee a muchos autores actuales de la voz que les confiere la actualidad, porque desenmaraña parte de la filosofía de la basura, del tráfico de mujeres, del sexo a cambio de putrefacción.
Sexto Piso, nos acerca una crítica de siglos para hablar de un tema que siempre despierta el debate, y lo hace con una apuesta arriesgada. No creo que a nadie le pase por alto que un autor japonés del siglo XVII no es, precisamente, una apuesta a caballo ganador, pero demuestra que una literatura diferente aún es posible. Aunque esta sea minoritaria.
Leer a un escritor japonés siempre requiere de nosotros un esfuerzo extra de sosiego, de cambio de perspectiva. También, para qué engañarnos, hay que encontrar ese rincón de paz en el que podamos sumergirnos para mirar un cuadro de costumbres en un mundo que nos es ajeno.
La propuesta de leer un texto del siglo XVII para comprendernos en el siglo XXI, no es sino una manera de pellizcar el alma del lector.