Me levanto todos los días a las 5:45 para ir a una empresa que tuvo que echar a sus trabajadores y que espera que esto se reactive para volver a contratarlos. Tengo 39 años y llevo veinte trabajando. Lo he hecho de auxiliar administrativo, jefa de administración, profesora de adultos, camarera sin contrato, coordinadora, secretaria… He llegado a cobrar mucho dinero y también un euro por hora. No me compré una vivienda en Cádiz porque eran muy caras. Tengo un Peugeot con cinco años. No tengo deudas. Estudié, sí. Soy licenciada y tengo dos Másters, es decir, estudié, me preparé para eso que ustedes llamaban futuro.
Me fui a Madrid para probar suerte. Me volví a Cádiz porque la suerte me dio una hostia llamada crisis.
He pagado siempre mis impuestos. Incluso cuando estaba en paro y Hacienda me pidió 900 euros (cobraba 900 todos los meses).
Me han llamado Generación X, Generación Nocilla. Me hicieron creer que, después de aquél, lo malo había pasado. Me vendieron que Europa era la solución. Me han querido convencer de que mis vecinos (estén donde estén: mi edificio u otros países) tienen la culpa de mis males. Me han querido mostrar a mis enemigos y adoctrinarme para vencerlos.
Fui bautizada en una religión que castra, oprime, castiga, insulta, se alinea siempre en el lado de los vencedores sin importar qué venzan, sin mi consentimiento. Y no es la peor.
He aceptado que ustedes me digan quién soy, cómo soy, a dónde debo dirigirme, qué se supone que pienso… Y enfermé de inanición.
Veo todos los días cómo mueven su dinero: Suiza, paraísos, infierno… Cómo juegan con la justicia y la ponen fuera de mi alcance al ponerle precio. He tenido que dejar de ver las noticias porque me dan arcadas cada vez que me cuentan que no les importa el hambre de los sin-nombre, la muerte de las mujeres, la casa de los desheredados.
Sus apellidos son un salvoconducto para no tener que dar explicaciones.
Y yo, como la imbécil que soy, me lo he tragado todo, jamás le di motivos de queja por mi conducta.
Ahora sólo les pido que me dejen la esperanza. Porque desde ahí, desde sus asientos ergonómicos, deben saber que mientras ustedes juegan al Monopoly, nosotros nos pudrimos de esta miseria heredada que nos han hecho creer que es inevitable.
No te entiendo, Carmen, sino que vivo una realidad paralela parecida, en mi caso sin trabajo y tratando de reinventarme. Me da miedo lo poco que va quedando, cada día que pasa, entre lo que dices y sientes y la rabia más decidida y desbocada. No se dan cuentan arriba?, no lo ve nadie? Yo cada vez oigo más esas voces.