El caso de Juan de Dios Garduño es uno de esos casos raros en los que el novelista “de género” no teme en adentrarse en la posguerra de nuestro país. No lo hace de manera convencional, es decir, histórica, sino que crea toda una trama de terror psicológico en la que el lector queda atrapado y a merced de los recodos oscuros, no sólo de la psique, sino de subterráneos que esconden…
-El título de tu novela, El camino de baldosas amarillas, ¿es un truco para despistar al lector, o incluso en una historia como la que cuentas existe ese camino?
El camino de baldosas amarillas representa el viaje iniciático que emprenden tanto Dorothy en “El maravilloso mago de Oz” como Torcuato en “El camino de baldosas amarillas”, así que está puesto con toda la intención del mundo.
-Pero, Torcuato no es un niño inocente, como Dorothy
Empieza siéndolo, pero su propio viaje, su camino de baldosas amarillas, termina convirtiéndolo en algo que él nunca quiso ser.
-¿Qué busca Torcuato?
Simplemente que le dejen volver a tener la vida que tenía. Que aunque no nadaba en la opulencia precisamente, era lo mejor que había conocido. Que le dejen vivir en paz, que le permitan estar con su familia, con sus amigos. Vivir, al fin y al cabo.
-Creo que hacía mucho que no leía una novela tan cruel con el protagonista, ¿qué te llevó a construir un mundo tan tremendamente castigador?
Pues simplemente el dar una visión cruda de lo que se vivía en la época de la Posguerra. Sin edulcorar. Soy de los que piensa que el ser humano es malo por naturaleza, solo dale las condiciones apropiadas para que pueda serlo sin consecuencia alguna y verás…
-¿Quieres decir que ese tipo de manicomios y prácticas existían?
En aquella época los manicomios apenas tenían control externo. Los directores podían actuar como caciques y los tratamientos eran muy diferentes a los de hoy en día. Los pacientes eran tratados como despojos, las familias no tenían dinero para mantener a un familiar “loco” y los abandonaba allí a su suerte. Los manicomios estaban superpoblados, no había medicinas para todos, y sí mucha hambre. Por supuesto los médicos hacían prácticas con ellos que hoy calificaríamos de poco éticas.
-¿Y en un mundo como ese había sitio para el amor y la esperanza?
Claro, pienso que siempre hay lugar para el amor y la esperanza. Lo mismo que para el odio y la desesperanza. Todo puede convivir, aunque a la hora de la verdad me decante por mostrar el lado más amargo de la vida. Pero bueno, hay muchas historias de la Guerra Civil que nos harían llorar de emoción y hacer que alberguemos alguna esperanza para la raza.
-La historia se desencadena con un accidente fortuito, a la manera de Don Álvaro o la fuerza del sino, y el desenlace se acerca a Bram Stoker, ¿es posible crear una literatura de unión entre las llamadas “formas clásicas” y el terror?
Aquí dependerá mucho del gusto del lector entrar o no en mi juego. Hay mucha gente a la que le ha gustado el giro que da la historia y otra mucha gente a la que no. Era un riesgo que sabía que corría, pero bueno, es mi sello de autor y las críticas están siendo buenas, así que no me arrepiento.
-El giro que mencionas y que no vamos a desvelar, es la excusa perfecta para que la novela entre en varios géneros, pero lo más impresionante es que en ningún momento pierdes el pulso y te acercas a la oscuridad de casta de Lorca tanto como luego te alejas. Toda la novela está llena de locura, incluso en la narración, ¿cómo consigues mantener la calidad?
Supongo que es fruto del trabajo de muchos años y de la lectura de todo tipo de géneros. Siempre he tenido claro que aunque estés etiquetado dentro de un género como escritor, tus lecturas deben abarcar todos los géneros. También cuenta el tener la historia bien clara desde un principio, saber hacia dónde vas para no perderte, y sobre todo, no tener prisa en recorrer el camino.
-En cuanto a los personajes, todos los que acompañan a Torcuato son personajes con más de un rasgo que les define, más de una mentira que ocultar, más de un silencio que no deberían guardar, conseguir que eso esté hilvanado bien en una novela de 500 páginas es más o menos fácil, pero en una de 196… ¿Ha tenido que comprimirse mucho?
Soy el rey de perfilar bien un personaje con cuatro pinceladas (risas). Pienso que las acciones hablan por nuestro personajes, así que en doscientas páginas da tiempo suficiente a ver con quién está tratando el lector.
-¿Y de esos personajes con cuál te quedas?
Personalmente me quedo con el pequeño Torcuato. Pero me ha sorprendido que la gente con quien más empatiza es con David Copperfield. Se empatiza mucho con él porque refleja muy bien lo humano que es. Con sus defectos, sus virtudes, además de que es un “loco entrañable”
-Leyéndote tenía la sensación de estar viendo una estampa de los años oscuros de Goya. ¿Ha dejado España aquellas sombras que estrangulan a Torcuato?
España se ha convertido en un país tercermundista con wifi, como leí hace poco. Antes se mataba con fusiles, ahora con leyes injustas, así que no, no hemos dejado atrás esa España, solo la hemos maquillado.
-En el fondo, pese a lo que hemos dicho, tu novela es una historia de esperanzas y de amor. Un amor que consigue liberar a otros. ¿Leer tu novela puede hacernos mejores soñadores?
Leer la novela puede hacer que la gente piense que siempre puede haber un pequeño resquicio por el que entre la luz en una celda oscura. La novela deja un extraño poso agridulce, y esa era la intención.
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