La justicia de los errantes
Jorge Díaz
Edición en rústica:
Editorial Plaza & Janés, 2012
464 páginas
19,90 €
Edición de bolsillo:
Debolsillo, 2013
464 páginas
9,95€
Hay una parte de la historia de España que nadie se ha molestado en explicarnos. Parece que nuestro país sólo tiene dos momentos y el tiempo se mide en esos parámetros: antes de la Guerra Civil y después de la Guerra Civil. También existe un pre-tiempo que sería el marcado por los Reyes Católicos y Colón. Fijándonos en la atención que hemos prestado a los entre-tiempos, podríamos creer que el 18 de julio de 1936, los militares se levantaron revueltos y aburridos y pensaron que montar una guerra no estaría mal. Porque parece que 1936 tuvo un después, que casi duró lo mismo en nuestras vidas que la serie en la televisión, pero no un antes.
Ese antes es el que Jorge Díaz cuenta en su novela La justicia de los errantes. Una historia que, como una matrioska, encierra historias que encierran… No es que Díaz cree en espiral, no, la línea argumental de la obra del madrileño nacido en Alicante es puramente lineal, pero tan rica en subtramas que el relato se conforma a modo de nacimiento múltiple. La narración actúa de coche también de los años 20, con el motor de ocho cilindros del Bugatti Type 35, con irregularidad no de calidad, sino de tiempos. En los momentos narrativos, el autor opta por retener al lector para lanzarlo, en los diálogos, a una velocidad superior que le permita avanzar sin aburrirse.
Con una manera de montar la trama puramente cinematográfica, Díaz se echa la cámara al hombro y se mezcla con los personajes de la novela para pasar desapercibido, para que el lector obtenga de primera mano la visión de Durruti o Ascaso. Tal vez por este motivo, durante la lectura no pude dejar de pensar en la película Libertarias que en 1996 dirigió Vicente Aranda. Creo que jamás le agradeceré lo suficiente a este novelista que haya eliminado de mi memoria a Miguel Bosé ejerciendo de un Durruti que parecía haber pasado por la manicura diez minutos antes.
Jorge Díaz nos relata de una manera tremendamente entretenida una España que padecía el no-gobierno de Alfonso XIII y que vivía sumergida en innumerables revueltas tanto por parte de los militares, como de los trabajadores. Una parte de la historia de España que, en demasiadas ocasiones, ha sido obviada, pero que es el germen del país que vivimos hoy también.
Decía Martha A. Ackelsberg que el “el ejercicio del poder en cualquier forma institucionalizada –ya sea económica, política, religiosa o sexual- brutaliza tanto al poseedor del poder como a aquel sobre el que se ejerce”. Sobre esta premisa se desenvuelven las vidas de las dos figuras más importantes del anarquismo español y de las más importantes del internacional, los ya mencionados Durruti y Ascaso.
Lo más importante bajo mi punto de vista de esta novela no es el discurrir histórico, que también, sino la manera en la que Jorge Díaz otorga la humanidad que les corresponde a dos líderes sociales de aquel primer tercio del siglo XX. El amor, la amistad, la traición, la debilidad y la fortaleza subrayan los rasgos de todos los protagonistas, de cada uno de los personajes que sustentan la trama de una novela que difícilmente podemos encajar en un género concreto.
El novelista, en este caso, opta por mancharse las manos y construir sus personajes desmitificándolos. Los buenos no son sólo buenos y los malos también tienen su corazón. Aunque, finalmente, las represiones brutales y la sangre de los inocentes llenan las páginas de La justicia de los errantes y se derraman sobre nosotros, señalándonos como los únicos que podemos devolver la dignidad a los caídos.
La historia es pasado, pero Díaz consigue que el pasado nos revuelva en nuestros asientos. Prepárense para iniciar un viaje por España, Argentina, Francia… y sucumbir no a los héroes, sino a los seres humanos.
Ahora, además, pueden elegir cómo hacerlo, en rústica o en edición de bolsillo. Un paso más para completar nuestro conocimiento sobre la historia de este país, sin dejar de sentir que el viento nos desordena el pelo, mientras atracamos bancos por un bien superior: la justicia.
Una entrevista muy recomendable, la que hizo mi compañero Benito Garrido para Culturamas.