¿Qué es un buen escritor? ¿Cómo escribe un gran escritor? ¿Qué teme y qué suscribe un escritor de verdad?
A estas preguntas contesta Fallarás (Zaragoza, 1968) en su novela, Últimos días en el puesto del Este, sin perder el tiempo en darles respuesta. Y esto que parece un galimatías realmente tiene una explicación tan sencilla como cierta: Fallarás es una gran escritora que escribe con el estómago vacío y la rabia clavada de uñas y dientes a su esternón. Una magnífica contadora de historias que escribe sobre el dolor humano, que acaba siendo el de un perro abandonado.
La manera de narrar de la zaragozana es la manera de respirar de los supervivientes, de los que se levantan cada mañana buscando ratas que despedazar para dársela de comer a sus hijos. Esos hijos que la mantienen clavada a la realidad, a la vida, y a la desesperación.
Fallarás escribe desde lo impúdico del ser humano y dibuja en esta novela un “sálvese quien pueda” lleno de matices y de colores ocres.
Últimos días en el puesto del Este es la historia de una resistencia que, además, se ha convertido en la vivencia real de esta novela, que ganó el XLII Premio Ciudad de Barbastro de novela corta lo que permitió que la publicara DVD, editorial ahora desaparecida. Dicha desaparición arrastró esta obra hacia el abismo de los sótanos húmedos y el desconocimiento de muchos lectores que, de pronto, se quedaron sin acceso a las palabras (magníficas y aterradoras) de Cristina. Pero, como en toda resistencia, la protagonista pelea por no desaparecer de una manera tan abyecta, tan silenciosa, y reaparece ahora con la editorial Salto de Página.
Cristina Fallarás es hard rock. Es una bofetada limpia que te saca de tu ombligo y te traslada a un mundo en el que la gente tiene hambre. Y, ese hambre no es metáfora, sino la inmundicia de una sociedad que prefiere disimular las arrugas de su alma. Usen botox para la conciencia. No lean esta novela. Duele leer esta novela y no están preparados para ello. No escuchen a Cristina Fallarás. No sucumban al infierno. Quédense tranquilos, afuera aúllan los perros, pero ahí, desde donde miran las noticias y se sienten a salvo, las cámaras le preparan su minuto de gloria. Será, entonces, cuando se incorporen al puesto del Este. Eso sí, abran los sentidos. No olviden que, estos, son los últimos días. Tal vez, no lleguen a tiempo.
Jo! Sí que transmites pasión por una obra cuando te gusta. Lo descarnado y abierto en esta, por lo que hablas, me incita a leerla, y tan pronto pueda lo haré, porque a ello se aúnan mi simpatía y admiración para dos chicas que sólo conozco virtualmente, pero que me parecen muy reales, vaya: Fallarás y Moreno.
También puede venirme bien dejar a mi ombligo tranquilo un tiempo y mirar a una realidad que está muy cerca de todos ahora.