David Lynch. El hombre de otro lugar, de Dennis Lim

 

 

La carrera de Lynch es una sucesión de altibajos y está llena de ascensos meteóricos y caídas estrepitosas, giros inesperados y largos periodos de inactividad. Vista de otra manera, es un ejemplo de constancia, un testimonio de determinación que raya en el autismo.

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Sus películas son relatos extraños que dan forma a los traumas y deseos latentes de nuestra época, quizá incluso a preguntas que han perseguido a artistas y pensadores durante siglos: cómo explicar el mal, cómo vivir con el miedo, cómo mantener unido nuestro yo, cómo evitar que la realidad que conocemos se desmorone. Puede parecer que estas cuestiones le vienen anchas a un director de cine, pero comparado con casi cualquier artista popular de hoy en día, él –por decirlo en términos lynchianos– profundiza más y atrapa peces más dorados.



[Alpha Decay. Traducción de Juan Manuel Salmerón Arjona] 

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