-Bueno, míralo de esta manera –dijo Laidlaw–. Hay turistas y viajeros. Los turistas se pasan la vida haciendo visitas a su propia realidad organizadas por agencias de turismo. No miran los barrios pobres. Los viajeros hacen el viaje más lento, con más detalle. Se mezclan con los habitantes de los lugares que visitan. Muchísimos asesinos son, entre otras cosas, viajeros. Han llegado a ser tremendamente reales para sí mismos. Sus vidas ya no son una afición. Pobres bastardos. Para llegar a ellos tienes que convertirte en viajero también.
William McIlvanney, Laidlaw