No soy muy dado a repetir autor en poco tiempo. Sin embargo, muy poco después de terminar ‘Travesía’ me he visto empujado a abrir estas ‘Regresiones’ que he devorado en apenas un par de días y que, esto es lo mejor, me han gustado aún más que la primera obra mencionada. Aunque ‘gustado más’ quizá no sea la expresión exacta. Ambas obras me han parecido excelentes a nivel literario, pero en ‘Regresiones’ ha existido una suerte de identificación con el texto y su autor que han hecho la lectura aún más placentera.
Si en ‘Travesía’ el autor hablaba desde un punto, decíamos, congelado en su presente (aunque desde ahí se proyectara sobre cualquier otro momento), en ‘Regresiones’ nos brinda un viaje a través del tiempo, una asiento de ventanilla por el que vemos y vivimos su historia y sus recuerdos.
Así, y en orden cronológico, nos habla de colecciones de cromos, cómics y caserones abandonados, de míticos locales de su ciudad en los que casi he sentido que ponía los pies, como La Mandrágora o El Toisón, Lambretas, chupas de cuero y zapatos boogies (que también fue mi indumentaria oficial durante gran parte de mi vida), sus gustos literarios y musicales (los primeros discos de Gabinete Caligari y La Frontera, que a ambos nos marcaron, pero mientras él vivió sus lanzamientos yo los descubrí en posteriores reediciones), sus idolatrados Cardíacos, después su propia banda de Rock and Roll y una serie de publicaciones underground que condicionaron su vida hasta el punto de hacer sombra (y cubrir del todo, finalmente) una formación jurídica de la que jamás hizo uso.
Cierra el libro, bajo el título de ‘Ojo de pez’, un compendio de epílogos donde amigos del autor escriben sobre él, sobre cómo conocieron a Vicente, sus vivencias juntos y el recuerdo de aquellos años húmedos y oscuros en León.
No imagino a ningún amante del realismo sucio, del rock y de lo marginal que no vaya a disfrutar (y mucho) de esta obra que sin duda recomiendo.
Luis Sánchez Martín
SINOPSIS:
Regresiones es para los que están y para los que ya no están. Incluso para los que ni estuvieron. Es un álbum temporal de fotos de otro mundo que no va a volver. Porque, lo bueno, que hubo mucho, son tatuajes en la piel. Unos son besos. Otros, cicatrices. Nunca se quitarán. Pero ahora aparecen en forma de páginas imperdibles y palabras de un francotirador que, lo dice, no quiere disparar a matar.