Qué miedo le tenían todos al viejo caserón…
a sus sombras, a sus rincones,
a su posible vida interior…
pero tú y yo cogidos de la mano
nos adentrábamos
atravesando el postigo,
apartando los restos de otras vidas,
las hojas caídas desde un cielo
abierto en el techo…
la oscuridad no atenazaba nuestros pasos,
porque no había oscuridad
estando uno y el otro al lado…
¿Te acuerdas tú de cuándo dejamos de ser valientes?
Dejamos de ir a aquella casa,
nos mirábamos de lejos, sin tocarnos,
nos daba reparo el polvo
y hasta los abrazos,
perdimos las ganas de jugar
y de tocarnos…
qué miedo nos daba a todos el viejo caserón…