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¿Historia? Según como me la cuenten

Viene a colación el título de la tribuna de esta semana al respecto de la última entrada insertada por el historiador y escritor José Luis Corral en su muro de Facebook. Corral, buen aragonés, informa de que está preparando un libro definitivo sobre la historia de la Corona de Aragón dado su cansancio ante tanta manipulación, mentira y falsedad interesadas que se oyen de un tiempo a esta parte, y que verá la luz a comienzos de 2014. De la historia de Aragón y todo lo que conlleva.

Algo a lo que estamos tan acostumbrados que, salvo casos puntuales, ya ni nos alarmamos; miramos hacia delante, algún vistazo de soslayo, nos aseguramos de que la metedura de pata no es para rasgarse las vestiduras, y a otra cosa, mariposa. Total, ¿a quién interesa lo que ocurrió en tal o cual batalla, cuáles fueron los orígenes de esta o aquella tierra y de dónde proviene cierto linaje o rey? ¿Y ese condado, de dónde salió? Siglos ha, dice la historia. Pues eso, historia. Agua pasada, que nunca mueve molino.

Ahora lo que se lleva, lo puturrú de fuá, es contar las cosas al antojo de cada cual; inventarse situaciones protagonizadas por tal o cual rey, intervenciones puntuales en una batalla que cambió el curso de la historia –la que viene después- para gloria de los palmeros interesados en destacar esos acontecimientos como simiente de nuevas patrias. Porque, ¿cómo si no explicamos que Ataulfo IV, el Preponderante, figura olvidada y humillada por la historia hasta su completo olvido, haya resucitado ahora como origen y estirpe de una nueva nación que asoma floreciente en las altas tierras de Palencia, por poner el caso, y sin que se me enfaden los palentinos? ¡Él, incansable luchador, es resucitado para comandar las huestes que, ocho siglos después, magnifican su honor y gloria para proclamarse independientes de cualquier atadura! Y seguramente el tal Ataulfo IV ni siquiera se movió de su castillo, ni mucho menos asomó el hocico por batalla alguna, pero tantas chinas metería en los reinos vecinos medievales que su ejemplo es tomado por ávidos interesados en convertirle en santo y seña de una reivindicación soñada. Y como esa, serias o fingidas, reales o manipuladas, a cascoporro. La historia.

La misma que llora, sola y desvalida, de las hostias que entre unos y otros la están pegando. Sin vergüenza alguna.

 

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