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Semana Negra: The other side

Me vengo de la terraza del Don Manuel porque allí no se puede estar. Unos obreros han empezado a picar y a serrar unos tubos y las tertulias no son lo mismo. Por cierto, espero que todos sigan bien, ya que cuando me iba, un nota le decía al otro: «No, ahí no sierres que esa lleva gas». En fin…

Cuando llego al hotel, le pido al camarero un tercio de birra para subírmelo a la habitación. El nota mira a un lado y a otro y me da la birra casi a escondidas, ni que le hubiera pedido caballo.

Los premios ya están dados:

– Premio Celsius: Cenital (Emilio Bueso / Salto de Página).

– Premio Hammett: Cámara Gesell (Guillermo Saccomano / Planeta).

– Premio Silverio Cañadas: La Soledad del Mal (Horacio Convertini / Eduvim).

– Premio Rodolfo Walsh: Narcomex (Ricardo Ravelo / Debate).

– Premio Espartaco: Robespierre (Javier García Sánchez / Galaxia Gutenberg).

Ni estoy alegre ni estoy triste, supongo que todos lo merecen. Ciertamente me partía el pecho cuando Ángel de la Calle anunciaba un nuevo premio y se lo daban a Alfonso Mateo Sagasta, que estaba hablando con otros y ni se ha enterado. La movida consiste en que la Semana Negra lleva un autor al Buenos Aires Negro y viceversa. Felicidades, Alfonso, y otro día estate más atento, hombre. Seguro que eso no te pasa en la gala del Planeta.

Siempre me pasa que cuando dan los premios esto ya me huele a final. Quedan tres días, pero esto se acaba.

(Momentito que me enciendo un cigarro y doy un trago de birra).

Ya.

Decía que esto se acaba. Pero probablemente el año que viene volveremos y veremos a los mismos amigos y haremos otros nuevos que, en el fondo, de eso se trata (si Dios, la salud y los recortes lo permiten).

Ayer optamos por volver al Galicia. Sí, ayer nadie confundió la oreja con el pulpo (¡Ay, Jon). Frente a una mesa regada con buenas viandas y regadas con Ribeiro nos juntamos Gori e Ilya (los de Alrevés), Mariano Sánchez Soler, Javi Abasolo, el Riber (como así consta en su acreditación) y servidor de ustedes. De regreso al hotel los engañé e hicimos parada en el Donma para tomar un chupito que se convirtieron en cuatro. Puedo deciros que me eché la siesta a las cinco y me levanté a las diez, batiendo mi propio récord de cuatro horas del pasado lunes. Es lo que tiene no estar invitado, que uno puede dedicarse a hacer de la vagancia un arte.

Al bajar, me siento a cenar en una mesa de ilustres: Eslava Galán, Juan Madrid, Andreu Martín, Rafael Reig, Mariano Sánchez Soler y Javi Abasolo. Se hablaron muchas cosas. Pero me quedé con que Andreu le dijo a Juan que tenían que apretar, que las nuevas generaciones venían oprimiendo fuerte. Y dijo que «La estrategia del pequinés» era la mejor novela negra que había leído en mucho tiempo. Sentí envidia sana por Alexis Ravelo. Yo no dije nada, ¿qué se puede decir cuando uno está rodeado de esas eminencias? Bueno, en realidad, es que tenía la boca llena de sopa de cocido. Deliciosa, por cierto. Aunque menos dijo Reig que se pasó la velada dormitando. ¿O pensando? Quién sabe.

Empiezo a pensar que estas crónicas las ve más gente de lo que yo pienso. Lo digo porque la gerente (o a lo mejor no lo es, pero vamos, que no es una camarera), me dice que a ver si pongo algo bueno del Donma, que leyó lo de la almeja vacía del San Miguel y esperaba que en su hotel se comiera mejor. Se come, querida mía, se come. La sopa estaba de vicio y las chuletas ni te cuento. Lo único es que de postre me pusisteis un tercio de Mahou ¿o lo pedí yo? Lo pediría yo sin querer, sí.

Como la siesta fue de espanto, cerré con el Riber el Don Manuel. Nos fuimos a la habitación a eso de las 4.30 horas. Charlas y más charlas entre las que destaco una con Ilya (que bien me caen este hombre y su hermano) sobre los entresijos de la edición y el mundillo de los escritores. También estuve presente en un interesante cuchicheo (sí, os escuché, aunque disimulara mirando al móvil, soy un cotilla empedernido) al respecto de los premios que se han otorgado hoy entre Carlos Salem y Javier Calvo. Con Javier Calvo no he hablado nunca ni lo he leído, quizá porque su rictus de personaje de novela negra no invita precisamente a entrarle. Aunque es cierto que leí una contestación suya en su blog a Quim Monzó. Este había criticado a todos los autores catalanes que habían ido a la feria del libro de Bruselas porque no escribían en catalán. A partir de ahí me dije: «Este tío me mola». Entendiéndose por el lado no gay del asunto, se sobreentiende.

¡Coño, si se me ha acabado la birra! Se pone uno a escribir y…

¡Camareeeeeeeero…!

No somos na…

 

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