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Literatura religiosa, el encanto de la discreción

Recuerdo que cuando estudié Fenomenología e Historia de las religiones –la especialidad hermenéutica que con el auxilio de ciencias como la Sociología, la Psicología e incluso la Arqueología entre otras, analiza a las manifestaciones religiosas–, se partía de un punto indiscutible: el hecho religioso es inherente al ser humano, está presente en toda la historia de la humanidad y aquí estamos para estudiarlo e intentar comprenderlo, no para juzgarlo, ni para posicionarnos a favor o en contra del mismo.
Desde que la materia tomó conciencia de si misma –momento clave en la evolución de nuestra especie, en el cual diferenciamos nuestra unicidad en la diversidad de la raza común–, esa materia que ya se reconoció como persona, entendió que el paso por la vida podía no ser coyuntural y que podía existir un más allá.
Es decir, la materia de dio cuenta de que era una persona, y la persona, se dio cuenta de su trascendencia.
A partir de ese momento, nuestros ancestros comenzaron a enterrar a sus muertos ocultándolos de las fieras, pues entendieron la partida del ser querido o miembro del clan, como una despedida transitoria; y miles de años arriba o abajo, nuestros architatarabuelos vieron a ciertas entidades de la naturaleza como a deidades en una primera y animista búsqueda de un ser superior que le diera sentido a toda esa revolución ontológica.
Más adelante, cuando en las primeras sociedades civilizadas unos pioneros pusieron por escrito sus vidas y sus cuitas, nació a la par de la literatura generalista, la literatura religiosa; y es por lo tanto, ésta última, tan merecedora de respeto y atención como cualquier otra disciplina literaria.
Siempre que sea buena, como toda literatura que merezca la pena ser leída.
Necesitaríamos un ensayo y no un artículo, para hacer un recorrido justo y detenido sobre la literatura religiosa. Solamente la escrita en Occidente, es de proporciones bíblicas, si se me permite el juego de palabras. Por ello, no les voy a relatar aquí una lista de obras y autores de la literatura religiosa del Renacimiento, o de la literatura mística de los siglos XVI y XVII en España. No es cuestión de desmerecer a Fray Luis de León o a San Juan de la Cruz, la cosa es darle difusión a obras más recientes de las épocas moderna y contemporánea, aunque alguna de ellas, que a continuación les recomendaré, sea de autor desconocido.
Así, les propongo que se acerquen a la literatura exclusiva que disfruta una minoría selecta de lectores –por lo general, aunque no necesariamente, gente creyente–, títulos que quiero revelarles a ustedes, pues el deleite de la lectura, es aún mayor, cuando es compartido.
Empezaremos por El peregrino ruso. En esta obra de autor anónimo, recorreremos el camino físico y espiritual del peregrino protagonista de la obra, en la Rusia de mediados del siglo XIX. Descubriendo los principios de esa sociedad apasionante y las diferentes etapas en la expedición introspectiva del hombre que trata de encontrar un sentido a su vida.
Hay diversas ediciones y es una obra que se encuentra con facilidad.
Seguiremos con Cartas de Nicodemo (Ed. Herder), del escritor polaco Jan Dobraczynski (1910-1994). En esta novela, el autor se basa en una cartas apócrifas de Nicodemo que se divulgaron durante la Edad Media para darle una forma epistolar a la obra.
El protagonista es el Nicodemo que conocemos del Nuevo Testamento –y que se cree que fue uno de los dos testigos de Emaús–, que desesperado por la enfermedad de su mujer, se acercará a Jesús con el secreto deseo de que la cure, y esa circunstancia, le llevará a narrar como testigo privilegiado, la vida, muerte y resurrección de Jesucristo.
Finalmente, una de mis obras favoritas, el ensayo titulado: Jerusalén en tiempos de Jesús (Ed. Cristiandad) del teólogo luterano alemán Joachim Jeremias (1900-1979) cuyas investigaciones –además de la Filosofía y la Teología–, abarcan la Historia, la Arqueología y la Literatura.
Esta espectacular obra es indispensable para entender al Jesús histórico, pues en ella hallaremos las claves de la sociedad de la Jerusalén en la que éste se desenvolvió. Cualquier apunte, por insignificante que parezca, aparece retratado en este compendio. Desde el valor de un terreno de labranza, al precio de una paloma para ser sacrificada en el Templo. De esta manera, en este libro hallaremos toda la información precisa respecto a las profesiones que se desempeñaban en aquella época –sobre todo, las profesiones relacionadas con el Templo–, pues los profanos en el tema deben saber, que la práctica totalidad de la economía de Jerusalén giraba en torno al Templo.
También encontraremos la más amplia documentación sobre los artículos de uso doméstico, la alimentación, el coste de la vida, el comercio, el movimiento de extranjeros, la situación de la ciudad, sus barrios y campos, la situación social de ricos, pobres, clase media y terratenientes, el clero, la nobleza laica; las situaciones legales, los israelitas legítimos y los ilegítimos, los esclavos y sus procedencias, los tratos y negocios, las compras y las ventas, la situación de la mujer y un largo etcétera que hacen de esta obra de consulta una fuente rica y básica para entender los propios orígenes del cristianismo primitivo.
Un ensayo útil en la biblioteca de historiadores y apasionados de la historia, especialistas del mundo antiguo, documentalistas, guionistas y de todo aquel lector que guste de viajar en el tiempo.

 

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