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GLENN

No conocía a GLENN Gould. Ni de oídas. Muchísimo menos su obra. Por eso he leído la novela que sobre él ha publicado Alejandro Castroguer… virgen.

Pero solo de milagro.

Porque sabiendo que la había escrito Alejandro, que había ganado el Premio Jaén y tarde o temprano iría a una librería para hacerme con ella, viendo la información que del músico compartía el autor en las redes sociales… más de una vez estuve tentado de “investigar”. Leer sobre GLENN. Escuchar su música. Ver vídeos y fotografías…

Desvirgarme.

Pero resistí la tentación.

Porque consciente de la admiración y el cariño que siente Alejandro hacia GLENN pensé que no había mejor forma de empezar a conocer al pianista que a través de las palabras del escritor. Si después sentía curiosidad por saber más de GLENN Gould y, sobre todo, escucharle, no tendría más que hacer click.

A través de diversas anécdotas de la vida del pianista canadiense, Alejandro Castroguer construye un relato que va mucho más allá de una biografía. Porque no se trata de eso. Si no de intentar retratar a un personaje a través de los hechos que el autor considera más relevantes en la vida del artista. Y para eso, la cronología no es importante. Sino los momentos. De ahí los continuos saltos en el tiempo. La infancia de GLENN, cuando se descubre su innato talento para tocar el piano; su juventud, cuando ese talento eclosiona y su manifestación lo convierte en uno de los mejores pianistas de la historia; y su madurez, testigo de las dudas, inseguridades y, sobre todo, la conversión de la explosiva inquietud creativa en un lago de aguas templadas y estancas. El viaje del artista. Que en el caso de GLENN se truncó antes de llegar, quizá, a la etapa más interesante: la vejez.

GLENN es la historia de un músico. Pero también de un ser humano. Que forma parte de la historia de la música. Pero también de la vida. Y Alejandro lo entiende a la perfección. Porque el piano que toca GLENN podría haber sido la pluma de un escritor, el micrófono de un cantante, el cincel de un escultor, el objetivo de un fotógrafo, el pincel de un pintor… El instrumento que permite a cualquier artista manifestar su creatividad. Su inquietud. Su pasión. Y por eso la novela fluye como una melodía. Sin tecnicismos que la interrumpan. Sin datos que la enfanguen. Sin información que la dilate. Porque GLENN no es una novela para expertos. Sino para inquietos. Y quien lee tiene una inquietud. O varias.

Dos más dos…

Tierna, emotiva, respetuosa hacia la persona de quien nos habla… Sus mejores dones… y sus peores defectos. Porque, y es una cuestión de inquietudes, todo ello se diluye en una ausencia de brío, de garra, de perder el miedo a, quizá, “molestar” a alguien, ser “incorrecto”,   a dejar una marca, no tanto de “forma” como de “fondo”. A posicionarse. Cuando la “posición” existe desde el momento en que la “intención” se convierte en “acción”. En el caso que nos ocupa, escribir sobre uno de los más grandes pianistas de la historia.

Quizá todo sería distinto si fuese virgen, Castroguerianamente hablando. Entonces, mis expectativas no habrían  existido. Y si bien las obras anteriormente leídas de Alejandro están en el polo opuesto en cuanto a temática y, por tanto, desarrollo, no dejo de echar de menos su lado canalla. Visceral. Y, sobre todo, contundente.

Entiendo que Alejandro Castroguer ha elegido un pincel fino para este retrato… Pero, y de nuevo es una cuestión de inquietudes, echo de menos sus brochazos. Algunas salpicaduras sobre el lienzo. Una obra no “enmarcada”. Sino “marcada”.

Eso sí. He decidido desvirgarme.

Escuchar a GLENN en mi casa.

Ver sus fotos y vídeos.

Redescubrir al artista de quien Alejandro Castroguer ha sembrado una semilla en mi conciencia.

Una inquietud.

En los tiempos que corren…

Un Tesoro.

Gracias, Alejandro.

 

 

 

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