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Historia Perpetua

En 1713, la South Sea Company, Compañía de los Mares del Sur, recibió de la Corona Británica, en virtud de los acuerdos de compensación alcanzados tras la Guerra de Sucesión Española, el monopolio para el comercio de esclavos con las colonias de América. Pero el negocio ya no estaba en los africanos, habida cuenta de los problemas que daban. Fue Robert Harley, fundador de la compañía en 1711, quien sugirió a su gobierno la idea de construir una colonia penitenciaria en una isla caribeña con un triple propósito: “ayudar” a su país con el problema de la masificación de las prisiones, garantizar la presencia británica en la zona en espera de lo que deparase la colonización… y hacer realidad uno de sus mayores sueños, tener su propia plantación de tabaco. Calculó que, contando con la población indígena, cien presos serían suficientes para gestionar, administrar y trabajar los campos en un negocio en que los costes de producción serían mínimos y los beneficios escandalosos. En 1716 llegaron los primeros reos británicos a Isla Perpetua, rebautizada por éstos como Everlasting Island por el tiempo que iban a pasar allí. El recibimiento de los nativos, los perpetuos, fue cordial. Aceptaron sus nuevas condiciones de vida sin rechistar ni dejar de sonreír. Y, lo más importante, la plantación funcionó. Tanto, que fue necesario el envío de más presos para trabajar los campos. Curiosamente fue una mujer, Mary Agnes Baker, prostituta y ratera de Liverpool, quien se hizo cargo de la administración y contabilidad de la plantación.

La Compañía de los Mares del Sur quebró en 1720, y Robert Harley, falleció poco después. Pero el negocio siguió funcionando y generando beneficios para la familia hasta 1786, año en que Inglaterra reconoció la soberanía del Reino de España sobre la Mosquitia e islas adyacentes. Isla Perpetua completaba el lote. Durante todos estos años, cerca de cuatrocientos presos más habían sido “condenados” a trabajos forzados en Isla Perpetua.

Marcus Richardson, albacea de los bienes de la familia Harley tras las muerte del Primer Conde de Oxford y Mortimer, fue el encargado de viajar a la isla para comunicar el cierre del negocio en virtud del cual, y según los últimos deseos de Robert, todos los presos quedarían en libertad y la comunidad perpetua exenta de sus “obligaciones” para con la empresa. Llevaba consigo el testamento, un documento firmado por el mismísimo Jorge III que legitimaba las noticias y las bodegas llenas de cajas de buen whisky. Marcus esperaba una explosión de júbilo y una fiesta por todo lo alto para celebrar la libertad.

Cuál debió ser su expresión al desembarcar en enero de 1787 y constatar, primero con sus propios ojos, y después por las palabras de Philippa Baker y los libros de su madre, Mary Agnes que, de los aproximadamente quinientos presos que habían llegado a Isla Perpetua desde el primer envío, en 1716, no quedaba ni uno solo con vida. La población perpetua ascendía a unas mil personas. Apenas medio centenar eran blancos. El resto, hombres, mujeres y niños, eran negros de pelo encrespado con toda la piel salpicada de lunares del tamaño de lentejas.

Desde entonces, Isla Perpetua fue una patata caliente. En 1803, según la Orden Real de San Lorenzo, la jurisdicción de la isla recayó en el Virreinato de Santa Fe, Colombia. Pero, como anteriormente hicieran Guatemala, Honduras y Nicaragua, que se la habían pasado como una suerte de maldición, tampoco en esta ocasión nadie quiso hacerse cargo de ella. Bastó con denominarla Free Trade Zone (zona de libre comercio) y hasta la actualidad ha mantenido un estatus especial como distrito que, supuestamente, subsiste gracias a la exportación de tabaco, marisco y pescado.

Los rumores no han cesado después de tantos siglos de historia y algunos siguen haciendo referencia al supuesto volcán que podría esconder Cima Cortada y ese, también supuesto, grupo de esclavos africanos que escapó del palenque de la Matuna tras el asesinato en 1621 de su líder, Benkos Biohó. Puede que los europeos no fueran los únicos que “importaron” el MAL a las Américas con sus enfermedades. ¿Y si algunos de aquellos doce millones de africanos que lograron sobrevivir a los tumbeiros llegaron acompañados de sus propios demonios…?

 

(Fragmento de ISLA PERPETUA, una novela del menda lerenda. ¡No te pierdas el book trailer!)

 

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