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Y que te JODAN la vida…

No hiciste nada, ni siquiera estabas allí y, aún así, te la van a meter doblada. Hasta el fondo.

Entonces, ¿por qué?

Quizá porque acostumbras a ir con quien no debes, porque tarde o temprano lo acabarías haciendo… o permitiendo. Porque en este mundo pagan justos por pecadores. O quizá, simple y llanamente, porque la justicia es una mierda. Sobre todo si es el ser humano el encargado de aplicarla.

Glenn Ford tiene nombre de actor. Y una vida de película. Que le ha mantenido 30 años en el corredor de la muerte por un crimen que no cometió. Ahora, con más de 60 años, la justicia se ha dado cuenta del error y le ha puesto en libertad. La solución: 25.000 dólares (hasta un máximo de 250.000) por año en prisión más 80.000 en concepto de «pérdida de oportunidades de vida». El bueno de Glenn podrá ahora correrse una buena juerga tras otra a la salud de quienes permitieron que se le condenara sobre la base de testimonios falsos y sin que nunca se encontrase el arma homicida. Entre ellos, un jurado enteramente formado por blancos cuando él, ay Virgen Santa, es negro. O el abogado de oficio que se encargó de su defensa, que carecía de experiencia en casos de este tipo y nunca había litigado. Gente a quien después de 30 años se la soplará, como a los que los pusieron allí (¿realmente creían que podrían hacerlo bien? Vamos, no jodas…). A quienes se la sigue soplando. Podría haber sido peor. Al menos Glenn está vivo. Porque han tenido 30 años para dejarle «justamente» frito con la ley en una mano. Y la silla eléctrica en la otra.

Peter Limone pasó 33 años en la cárcel por un crimen que tampoco cometió. Se salvó de la silla eléctrica cuando, en 1974, el estado de Massachusetts abolió la pena de muerte y su sentencia fue conmutada por una cadena perpetua. Dos compañeros injustamente condenados por el mismo crimen no tuvieron tanta suerte y murieron en prisión. En su caso la indemnización fue de 102 millones de dólares.

A John Thompson, después de 18 años en la trena por un crimen del que no era culpable, le dieron 10 dólares para que pudiera volver a casa en autobús.

Pero le fue mejor que a Carlos de Luna, ejecutado por inyección letal en 1989 por un asesinato del que otro asesino convicto ya había confesado su autoría. Como en aquella película, Cadena perpetua. Pero sin final feliz. Y lo que es peor, REAL.

Sé que estos casos nos suenan a chino. Suceden lejos de aquí, en un país que cada día es más una caricatura de sí mismo. Todo lo contrario que en España, ese país, como dice mi padre, «de Quijotes y pandereta», donde José Antonio Valdivieso pasó 9 años en la cárcel por delitos de homicidio en grado de tentativa, robo con violencia y uso de armas. Fue «identificado» por las víctimas, pero lo cierto es que estaba con sus padres cuando sucedieron los hechos. Dio igual. Sobre todo cuando clamaba su inocencia. «Si no has hecho esta, otra habrás hecho», fue la opinión profesional de los psicólogos de la cárcel.

Con dos cojones.

Un dogma que se nos puede aplicar a cualquiera: el día menos pensado te metes en un lío y tu vida se convierte en una pesadilla. Y quien crea que se puede salvar de la quema es un imbécil. Y un ignorante. Da igual quién seas o qué hagas: si alguien quiere joderte la vida ten bien claro que te la joderá. Para que realmente tengas algo interesante que contar a tus amigos.

Una razón para vivir.

Algo por lo que luchar.

Es lo único que puede salvarnos del mal más extendido: la catatonia.

Que todo nos la sople.

Salvo mirarnos el ombligo y descubrir con gesto repugnante… que nos ha salido algo de pelusilla.

 
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1 Comentario  comments 

Una respuesta

  1. troyanka888

    Escalofriante!! Puta justicia»!!! Como no cambie el chip este mundo…

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