Como muchos otros escribo por placer, en mi caso también como terapia contra el estrés. Me gusta coger mi libreta y traspasar a mis personajes los problemas y frustraciones que voy acumulando en el día, así que podría decirse que cuando yo aterricé en el panorama literario lo hice más bien llevada por un impulso al ver en un blog de literatura las direcciones de algunas editoriales a las que se les podía enviar por email un manuscrito.
Nunca antes se me había ocurrido pensar en publicar una novela pero pensé, ¿y por qué no? ¿Qué es lo peor que puede pasar?
En nuestros días es frecuente que los rechazos editoriales se limiten a una educada carta estándar en la que te explican que el editor jefe, tras repasar tu manuscrito, ha decidido rechazarlo porque no encaja con su línea editorial, algo que aunque supone un varapalo para cualquier autor, no hiere sensibilidades.
Pero esto no siempre fue así, muchos de los más conocidos literatos recibieron críticas duras, incluso algunas podrían calificarse de crueles y a tenor del éxito obtenido con posterioridad por sus novelas, injustas.
Como tengo por costumbre os dejo aquí unos cuantos ejemplos de estos rechazos algo más que duros, de autores que luego alcanzaron el éxito y que por fortuna, en su momento, no cejaron en su empeño por publicar sus obras:
– Novela confusa, inconexa e improbable, cuyos personajes son primitivos y más brutos que el hombre prehistórico, amén de que se trata de una obra impropia de haber sido escrita por una mujer (Cumbres Borrascosas de Emily Brontë)
– No sabe usar el lenguaje inglés ( Rudyard Kipling, premio nobel de literatura en 1907)
– Su obra es propagandística, lúgubre y pesada (Un mundo feliz de Aldous Huxley)
– Basura sentimental (Ana Karenina de León Tolstoi)
– No tiene ningún futuro como escritor ( El espía que surgió del frío, Jon le Carre)
– ¿Para qué continuar? ( Ernest Hemingway)
– Totalmente intraducible ( Editores extranjeros con respecto a las obras de Jorge Luís Borges)
– Nunca conocerá la fama porque no es un escritor importante. Al cabo de cien años nadie le recordará (Balzac)
– Vulgar, bárbara, la obra de un salvaje borracho (Voltaire refiriéndose a la obra de Hamlet)
– Un libro que trata sobre una gaviota es algo ridículo (Juan Salvador Gaviota de Richard Bach)
– Suspirillos germánicos (Rimas de Bécquer)
– ¡Obsceno! ( Ulises de James Joyce)
– Tediosa. No puedo comprender que un señor pueda emplear treinta páginas para describir cómo da vueltas y más vueltas en su cama antes de encontrar el sueño ( En busca del tiempo perdido de Marcel Proust)
Alguien me dijo en una ocasión que no se trata tanto de que lo que escribas sea mejor o peor… sino de en qué momento llega… y adónde. Supongo que en algo tan subjetivo como la literatura nadie puede decirte si algo es bueno o malo, porque ese alguien tiene su opinión, sus gustos y debilidades. Y las opiniones son como el cul, todo el mundo tiene uno. Lo único cierto, tanto en esto como en cualquier otra discipplina a la que nos guste dedicarnos, es que la paciencia es la madre de la ciencia. Y lo hoy no gusta en X es posible que sí lo haga en Y… o en X pero dentro de un tiempo…
Muy buen post. El tema de la circulación editorial es algo difícil de asir. Sobre todo cuando uno está agobiado por tanto libro sin valor inventado para satisfacer el mercado que escupe libros como si fueran embutidos…
De todas las críticas que se recopilaron me interesó mucho la de Cumbres Borrascosas y dejo esta pregunta abierta: ¿si la hubiera firmado un hombre hubiera sido menos improbable y más «sorpresiva»? ¿Los personajes hubieran sido menos primitivos y más «pasionales»? Si la hubiera firmado un hombre, ¿hubiera sido más propia?
Demás está decir que la empresa editorial tampoco tiene LA influencia final en el gusto del público, y por suerte los procesos de canonización literarios no sólo tienen que ver con el mercado (aunque también está implicado), si fuera así, obras como las de Hemingway no hubieran traspasado la barrera de los años.
Por suerte, el tesón de los autores muchas veces vence la apatía de los editores y recorren todos los caminos posibles para publicar sus obras.
¡A no desesperar y a tenerse fe!
Me ha gustado mucho la entrada sobretodo porque a mí, aunque salvando las distancias, me ocurrió algo parecido. A finales de 2012, desesperada porque pensé que no volvería a publicar con editorial, probé con la autopublicación y la verdad es que el resultado ha sido magnífico. De hecho, Harlequín va a publicar mi novela en papel.
Muchísimas felicidades Isabel, me alegra que tu experiencia sea tan positiva y espero que los autores que la lean se den cuenta de que nunca hay que perder la esperanza de publicar. Un saludo,
Buenas Gala.
Magnífica entrada, como siempre. Yo, como ya sabes Gala por la brasa que doy, estoy a la espera de la cartita de marras que dices.
Espero la respuesta y, según sea satisfactoria o no, me iré de cañas con mi mujer y amigos, o volveré a Amazon para publicar digitalmente. Aunque tal vez, pudiera ser, autoedite con alguna editorial tipo punto rojo o similar.
Saludos y mucha suerte a todos.
Emilio vigoamigo.
Jajajajajaaj….Suele pasar, los «expertos» y los «especialistas» no tienen ni idea de lo que tienen entre las manos…Y no sólo en literatura…Es sabido que en todos los ámbitos siempre existieron quienes se creyeron en posesión de la regla que mide el valor de lo que se crea…Toda opinión es subjetiva ¿Quién dice que lo que es bueno y lo que no lo es?…¿En base a qué?…Afortunadamente, a mí tampoco me motiva publicar…¿Pa qué?….!Pa ná!…
Mis saludos….