magnify
Home Últimas entradas El corazón en el aula
formats

El corazón en el aula

Compañero del alma, compañero.

Los profesores somos muy peligrosos. Eso -creo- lo intuía, pero -como todo lo que sé de este oficio nuestro de la tiza- ayer lo aprendí de verdad gracias a ti. Y es que, desde que tuve la suerte de encontrarte en ese departamento donde compartiríamos tantas horas, luchas e ilusiones, no dejé de crecer ni un solo día gracias a todo lo que eras capaz de transmitirnos.  Y ayer, mientras te acompañábamos en ese lugar donde ya no eras tú -porque alguien que no tiene tu risa desbocada y tu mirada de quinceañero no puede ser tú-, entendí por qué hay tantos intereses en desprestigiar, silenciar y devaluar a los docentes. Por qué hay medios que se entretienen banalizando nuestro trabajo, por qué los continuos recortes, por qué la obsesión por controlarnos y fiscalizarnos como si en vez de profesores fuéramos delincuentes. Lo entendí mientras veía ese -caudaloso y enamorado- río de jóvenes llegar hasta tu puerta, jóvenes que acudían con la esperanza de la abrieras de nuevo con la misma generosidad con que nos la abriste siempre. Jóvenes de todas las generaciones que hemos tenido la suerte de estar contigo, de robarte una parte de tu luz, de esa belleza tuya que ahora vive en nosotros y que tenemos la responsabilidad -tú siempre empeñado en retarnos, en hacernos sacar nuestro mejor yo- de defender y de compartir.

Jóvenes que ayer se abrazaban con fuerza, que compartían anécdotas, que recordaban que acabaron estudiando lo que hoy estudian y siendo lo que hoy somos porque tú les animaste, jóvenes que cada día se esfuerzan por estar a la altura de todo lo que esperabas de ellos. Jóvenes que no iban a despedirse de un antiguo profesor: iban a saludar a un eterno amigo. A un compañero. A alguien en quien encontraron las fuerzas para inventarse en ese momento de la vida en que todo es difícil e intenso, esa adolescencia que tú sabías guiar con tu verbo afectuoso y tus guiños canallas, con ese humor tan tuyo que ayer te habría llevado a echarnos a todos de ese lugar tan frío para que nos fuésemos a tomar unas cervezas y a brindar por ti, por nosotros, como hacían todos esos alumnos cuando, incluso años después de haber pasado por tus aulas, llamaban a tu puerta para compartir contigo una cerveza y un buen puñado de sueños.

Los profesores somos muy peligrosos, Amador. Y tú lo sabías. Porque da igual lo que hagan fuera, lo que digan fuera, hasta los ataques que recibimos: nada puede con la huella que deja un profesor, un buen profesor en sus alumnos. Una huella que en tu caso es gigante -como tu figura- y ayer se hizo visible en los rostros llenos de cariño y admiración de todos esos jóvenes que presumían con orgullo de que a ellos también les diste clase. Cómo no va a ser peligroso alguien que puede tocar no solo la inteligencia, sino -también y sobre todo- el corazón de sus alumnos. Cómo no vais a ser peligrosos quienes tenéis la capacidad de, con solo una tiza, ayudar a formar una sociedad mucho más libre, mucho más crítica, mucho más tolerante. Cómo no vais a ser peligrosos los docentes que cambiáis la vida de vuestros alumnos porque creéis que se merecen tener todas las opciones que esta sociedad y este sistema -cada día un poco más gregario y excluyente- a menudo les niega.

Ahora, quienes te conocemos, tendremos que compararnos contigo. Porque nos has dejado la responsabilidad de asumir un legado que, somos conscientes de ello, nos queda grande. No sé cómo vamos a caber en tu ropa de profesor entregado, de heredero de aquellos maestros de la república de los que, justo antes de jubilarte,  te vestiste en Carnaval -¿recuerdas?- como un homenaje a todos los hombres y mujeres que dieron su vida por defender la educación como la única forma posible de libertad. A mí, que a veces me pueden la rabia y el cansancio, ayer me diste una colleja de las tuyas y me recordaste lo importante que este trabajo nuestro. Porque ese mar de adolescentes de edades diversas que te acompañaba era la metáfora más evidente de esa importancia, la prueba de que si se pone el corazón en el aula, el aula se transforma en la vida. Y la vida, en futuro.

No somos tú, pero podemos esforzarnos por -al menos- parecernos a ti. Por no decepcionarte. Por eso tus palabras van a seguir sonando en nosotros. Porque siempre habrá un adolescente que necesite hablar contigo y a quienes no tendrán la suerte de poder hacerlo les debemos que puedan, al menos, intuirte. Que tu voz se sume a la de esos maestros, esas maestras  que han cambiado la Historia generación tras generación, esos profesores que sois los culpables de que este país haya salido de un atraso educativo de siglos y se haya convertido en el lugar que es hoy. Por eso somos tan peligrosos: porque construimos mundos. Y, como creo que seguir luchando es el mejor modo de sentirte cerca, compañero, nada ni nadie impedirá jamás que sigamos haciéndolo.

A mi compañero, a mi amigo, a mi imprescindible Amador.

 
 Share on Facebook Share on Twitter Share on Reddit Share on LinkedIn

6 de respuestas

  1. Paz

    Se te ponen los pelos de punta y eso que no se quién es Amador, ni me acuerdo de porqué soy seguidora de tu blog, pero es muy bonito lo que escribes. Gracias por tener la dedicación y el valor de compartirlo.

  2. Anónimo

    Muy bonito todo lo que expresas de Amador, excelente profesor y mejor persona, le vamos a echar mucho de menos. Te queremos Amador.

  3. Quique

    Mal momento la 1 de la mañana en una estacion de metro y sin pañuelos para leer esto. Absolutamente precioso, no tengo claro si lloro de alegría, de tristeza, de amargura o de simple rabia por la injusticia. Muchas gracias Fernando por pertenecer a ese grupo de personas que nos hicisteis saber que nos pertenecía todo, si lo queríamos. Que nos pertenece todo porque nos pertenece el futuro y solo será nuestro si peleamos por él. Creo que eso es lo más grande que podiais y que lograsteis enseñarnos. Y menos mal que nos enseñasteis eso porque la sintaxis no doy pie con bola y absorber le meto una «v» con mucha facilidad. Sois muy grandes y estamos muy orgullosos de haber tenido la suerte de tener unos profesores como vosotros.

    Quique

  4. Nat

    Gracias Fernando por exteriorizar y compartir lo que algunos no podemos expresar con palabras.

    Yo solo tuve la suerte de compartir con Amador una guardia y una sesión de lucha -precisamente esa a la que hace alusión la foto de esta entrada tuya-. Algo tienen algunas personas, algunos profesores, que no necesitan más de un par de minutos para tocarte el corazón, para revolucionar tu mente. Para llamar tu atención, para compartir contigo un camino vital. Amador era una de esas brillantes personas que por el mero hecho de ser, te despertaban; una de esas extraordinarias personas que con muy pocas palabras -y unas cuantas sonrisas- sabía llenarte la mochila de herramientas, y el intelecto de sueños.
    Y sí… qué necesarios son esos profesores, esas personas, esas ideas, esas maneras. Unos luchan con rabia, otros meramente tras el peso de la responsabilidad. Vosotros lucháis con amor, que es la fuerza más poderosa de este mundo, ¿cómo no vais a ser peligrosos? Vosotros compartís el amor que tenéis, y eso además de transformador, es un acto revolucionario. Vosotros, los que luchais con amor, sois revolucionarios. El futuro es de todas las personas que alberguen amor en sus corazones. Así que mil gracias por crearlo, por transmitirlo, y por no cansaros nunca de amar, ni de transmitir ese amor.

    Todo mi amor y mi apoyo a quienes se sientan perdidos y desesperados en este momento, os prometo que no estáis solos.
    Que todos podamos encontrar consuelo a su marcha. Que nunca jamás olvidemos quienes nos hizo ser, lo que nos hizo sentir. Que podamos honrarle, y en alguna medida transmitir su legado. Que con naturalidad, alegría y endereza podamos nosotros conseguir que las vidas de la gente con la que nos encontremos sean un poquito más bonitas.
    Y mis mejores deseos para todos vosotros.

    Gracias Fernando, por tus incansables luchas.
    Gracias Amador, por hacer de este mundo un lugar un poquito mejor.

  5. Rafael

    Qué hermoso escrito para retratar el valor de un ejemplo de vida en la docencia. No sé quien es este profesor pero por tu escrito me lleno de orgullo y me motiva a intuirlo y reflejarlo en mi acción pedagógica. Gracias.

  6. Anónimo

    Aquí uno que se quedó helado la semana pasada, como tantos otros,al enterarse de la noticia. Un exalumno que de pronto se reencontró con decenas de caras conocidas en un lugar en el que jamás se las esperaba encontrar. Y es que uno sale del instituto con el impulso de seguir creciendo y con la ilusión de aquello que llaman madurez e independencia, pero pronto se da cuenta de que la sociedad es otra cosa distinta. Hay máscaras, apariencias y el individuo se convierte en una calificación:»Allá va un siete», «Mira ese cinco», «Ese es un no apto»…
    Por eso estábamos allí tantas generaciones, por eso volvimos y quisimos, aunque sea, recordar esos tiempos de adolescencia donde vivíamos en nuestra burbuja. Porque todos echamos de menos esa época y porque Amador era, para todos nosotros, el representante de la misma, el profesor que tenía siempre un gesto amable,que conseguía que un puñado de hormonas se apasionaran por algo que nunca habíamos imaginado que nos interesaría y que jamás olvidaremos.
    La semana pasada volvimos a sentarnos en un pupitre y a esperar a que entrase Amador por la puerta del aula a darnos esa clase que, a día de hoy, sigue grabada en nuestra memoria. Volvimos a los pasillos del San Juan Bautista para coger aire y volver a creer que se puede seguir creciendo a pesar de todo.
    Gracias a Amador y a ti, Fernando, por tratar a los alumnos de forma distinta y personal, viendo más allá del pupitre.

Responder a Nat Cancelar la respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *