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Teatro, trabajo en equipo

El teatro es una cuestión de equipo. Por eso me gusta. Porque es un acto creativo en el que intervienen muchas voces, muchas visiones, muchas identidades. Me aleja de la soledad en la que me encierran las novelas y me permite adentrarme en un terreno donde todo suma. Y todo construye.

Por eso, cada vez que llega un estreno, necesito escribir un texto como este. Porque me parece imprescindible celebrar el encuentro con las personas que han hecho que el viaje tenga sentido. Con quienes han aportado talento y energía para que ese viaje sea real. Y como las reseñas de prensa no siempre tienen espacio para todos los nombres que deberían sonar, aquí me permito citarlos. Desordenados y caóticos, pero citados todos con enorme cariño (esperando no olvidarme a nadie, porque en esta familia somos muchos). Y con agradecimiento. Porque una función es una suma. Y en eso reside su magia.

Por eso este post está dedicado a todos ellos. A Toni Acosta e Iñaki Miramón, por llenar de verdad -y corazón- los personajes y dar un recital interpretativo en cada función, dejándose la piel en cada ciudad y en cada escenario. A Quino Falero, por entender mis textos como pocos y saber bucear con su mágica batuta de director en lo que se dice -sin decir- en sus líneas. A Jesús Cimarro, por apostar con valentía por la dramaturgia contemporánea y cuidarnos y apoyarnos tanto en este proceso, dando ejemplo de implicación con la creación  y la cultura. A Mariano Marín, por darle música a mis palabras y construir la banda sonora de una historia que, desde sus notas, suena mucho mejor. A Mónica Boromello, por inventar y construir con tanto acierto el espacio exacto que precisaba la función. A José Manuel Guerra, por poner luz a la intimidad de una historia que, bajo su cascada frenética de palabras, se decide -a veces- en los silencios. A Javier Zapardiel, por estar al quite en cada función y ser culpable con su profesionalidad de que, al final, todo salga bien. A Arturo Atienza, por cuidar que no haya nada que esté donde no deba estar. A Josi Cortés, por buscar mil modos de darnos voz en medios y ayudarnos a llenar los teatros. A Raúl Fraile, por esa labor en apariencia invisible -y, en realidad, esencial- de la que depende todo lo que es visible. A Rocío Vidal, por la entrega en los ensayos y por los viajes que nos esperan juntos. A Aarón Santana, por haber estado ahí con tanta profesionalidad en los inicios de este barco. Y, cómo no, a mi querido Julián Quintanilla, por animarme a escribir más allá de mis eternas dudas y conseguir que mis textos se escuchen dentro y fuera de España.

En De mutuo desacuerdo llevamos ya unos meses de gira. Y la experiencia está siendo estupenda. Estamos felices, ilusionados, cargados de la energía que nos devuelve el público tras cada función. Ahora, el 1 de abril, aterrizamos en Madrid. Nuestro Madrid. Y estaremos en el Teatro Bellas Artes hasta el 31 de mayo. Solo espero que nos acompañéis, que os riáis, que disfrutéis con el talento -inmenso- de Iñaki y de Toni y que cuando salgáis os deis cuenta de que, quizá, no era todo tan gracioso. Porque la amargura de esta obra va por debajo. Y las preguntas, están justo ahí, entre líneas. Preguntas que tienen que ver con quiénes somos y con quiénes queremos ser. Porque madurar es muy jodido. Por eso, a veces, somos como Sandra e Ignacio y nos comportamos como niños. Demasiadas veces…

El viaje de esta comedia empieza, en unos días, su nueva etapa. Y, una vez más, estáis todos invitados.

Zarpamos ya.

 
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2 de respuestas

  1. Es cierto yo estudio arte y también me interesa el teatro me encanta

  2. No me sirvio de nada
    Hehfhebjfbfb
    Bdbfbfbfj

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