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LAS ASTILLAS DE YAVÉ de RODOLFO MARTÍNEZ

Las astillas de Yavé, Rodolfo Martínez, Fatascy libros, 458 pgs. 17 €

 

Pocas veces una novela se convierte en algo más que una novela. Pocas veces (al menos en la actualidad), un autor filtra un ensayo dentro de una obra de ficción (ciencia ficción, para más inri) y sale bien parado. Esto es lo que consigue Rodolfo Martínez en su novela Las astillas de Yavé.

La obra tiene una primera lectura, la de diversión pura y dura, en la que el lector se encuentra a una mujer, Uve (Viola Mercante), con una determinación aún mayor que su miedo. Uve, detective y ex-policía, recibe la visita del padre Tomás Ardente. El padre Ardente le pide a Uve que investigue sobre una iglesia que se ha instalado en su parroquia y está haciéndose con el credo de todos los latinos de la zona.

Uve (me  gusta mucho más este nombre que el de Viola, tal vez, porque me recuerda a aquel otro «Uve» magnífico personaje de Alan Moore), pide ayuda para sus pesquisas a su ex novio Iván y a un amigo, absolutamente alejado de lo convencional, Alberto el Retrepao. También Morales, un antiguo compañero de sus años de policía, ayudará a Uve a desentrañar el misterio que envuelve a dicha iglesia.

Un misterio que acaba sobrepasando lo humano, que les lleva a estar a un paso de la muerte, a mirarla a los ojos y escapar, o no… Una novela con un ritmo ascendente y asfixiado en algunos momentos en la que los personajes se muestran de carne y hueso en todo momento.

Una de las cosas más impresionantes de esta novela es la construcción del personaje principal, Uve. Una mujer que queda completada de una forma magnífica. Una mujer, creada por un hombre, que no es una histérica, ni una ninfómana, ni una frígida, una mujer perfectamente construida que se mueve entre sus dos extremos. Pocas veces una mujer está tan bien modelada por un hombre.

Y, de fondo, todo un tratado sobre las religiones. Un tratado oculto en supuestas entradas del blog de Iván el Terrible. Un tratado que encierra reflexiones como esta:

LA PAJA EN EL OJO DE DIOS 

«Si la religión es un meme (y un meme exitoso, a juzgar por el tiempo que lleva con nosotros), ¿cuál de todas sus variantes es la que ser perpetúa mejor?

   Posiblemente la dogmática.

   Sin duda es la más eficaz. No exige toma de decisiones por parte del rebaño (de hecho, la misma metáfora del rebaño es bastante significativa), sólo de los pastores. Te libera, en cierto modo, de tus responsabilidades y te provee de un marco donde todo está establecido y lo único que tienes que hacer para ganar tu recompensa es seguir ciertas normas de comportamiento y, en ocasiones, de pensamiento.

   Ya no necesitas buscar tu camino hacia Dios. Éste está establecido y lo único que debes hacer es seguirlo.»

No quieran buscar los suspicaces en esta obra de Rodolfo Martínez una cruzada contra la iglesia católica, ni siquiera contra Dios. Lo que plantea el escritor afincado en Gijón es una serie de preguntas que sirven como leit motiv de la novela.

Una novela que es un híbrido entre la ciencia ficción, el terror de Stephen King y aquel Tarantino de Kill Bill.

Una buena apuesta para el verano.

 

La editorial dice:

Viola Mercante, “Uve”, antigua policía y ahora detective privada; seductora, bisexual y deslenguada. El padre Tomás Ardente, jesuita joven y atractivo que trabaja en la parroquia de San Andrés, un barrio pobre que es un reducto de la inmigración latinoamericana y de la violencia. La vida de ambos se cruzará cuando el padre Ardente le encargue a Uve investigar la Iglesia del Dios Primigenio, una secta de origen estadounidense, no especialmente proselitista y en apariencia inofensiva, que ha levantado sus sospechas por dos motivos: apenas hay referencias sobre ella en ninguna parte y, desde su llegada al barrio, la criminalidad ha descendido de manera sorprendente.

Uve moviliza a su ex novio y, sin embargo, mejor amigo, un friqui entrado en la cuarentena y genio de la informática, quien le confirma que apenas hay datos de esta iglesia. Sus otras fuentes, el policía Morales y Alberto el Retrepao (un personaje casi marginal y su contacto en la calle), le corroboran con su poca información lo que cada vez resulta más evidente: están sucediendo cosas muy extrañas… La ciudad, y en concreto la población del barrio, está como apática y sumisa. Todo ello parece relacionado, además, con unas pequeñas muñecas protectoras que venden los artesanos andinos en los puestos ambulantes.

Y así, poco a poco, sin apenas darse cuenta, Uve va cayendo en lo que parece una trampa urdida desde los más altos estamentos eclesiásticos que pondrá en peligro, no sólo sus vidas, sino todo lo que nos habían contado.

 

 

 

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