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EL DÍA QUE FUIMOS DAVID BOWIE

 

Para Julia Martínez, Laura Muñoz, David García y José Manuel Jaén.

Porque es domingo y, quién sabe…

 

 

Te hablo de aquel día

en el que intentamos

ser glamour

y acabamos siendo

nuestros propios huesos.

Nosotros mismos

ante estas huellas

que hacen de mi cuerpo

un cuerpo en el que

esconder los más

terribles amores.

 

Fuimos huesos y heridas a las que prestar una vida.

Lo intentamos de nuevo:

David Bowie nos crecía en los dedos

mientras mecíamos el sexo

como círculos concéntricos

en los que perderse era más una manera de odiarnos

que una manera de transcender.

 

Nos quedamos en el último aliento

cuando sabías que me quedaban

treinta segundos de vida y te negabas

a dejarme marchar.

 

Te hablo, mírame,

de aquel día en el que intenté ser

todo lo que querías que fuera

sin darte cuenta de que guardo

un arma bajo el esternón

y no dudaré en utilizar la

después de que amases mi cuerpo

con la lujuria de quien sabe que no se va a quedar.

 

Te hablo del día en el que me di cuenta de que tenía ojos de diferente color y fui, por una vez, David Bowie y quisiste quedarte a mi lado y no dudé en dejarte en cueros y en la calle.

Después de todo, mis huesos ya soportan demasiados mitos, demasiados dolores, demasiada nostalgia. Tengo un esqueleto excéntrico y paranoico que ya no aguanta más tus besos de vuelta.

Te hablo, fíjate bien, del día en el que decidí contar mis  costillas y me llevé tres.

Guardo tu número de teléfono

por si vuelvo a ser aquella estúpida

que quería ser David Bowie

mientras se perdía en la fina línea

que marcaba los límites entre tu miseria y mis ganas de ser.

 

Y quise crecer; crecer más que cualquier estrella del Glam y te quedaste en la acera, tú que parecías el amo del mundo. Y quise crecer por encima de lo que me marcaban tus posibilidades.

 

Te hablo, no lo olvides, de aquel día

en el que  quise ser David Bowie

y supe que no había más agujeros

en el suelo por el que pudiera fugarse el viento.

 

Te hablo del día en el que me iba quemando por dentro…

 

Hay ascensores en los que regresar al mundo que me grita que vuelva, que habré de amar conmigo, aunque no recuerde los nombres que habré ido grabando en la lluvia que golpea mi casa que no tiene paredes. Mi casa que es mi piel en llamas.

Y fue mejor

el día en el que David Bowie

quiso ser yo

y no tuvo más remedio que arrancarse la carne y los músculos para dejarse los huesos al aire; y me vi en corazón y a tiempo

de escapar tan cerca de mí

que me toqué con los dientes.

 
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1 Comentario  comments 

Una respuesta

  1. Eva

    La poesía se me hace un poco cuesta arriba, me cuesta entenderla a menudo, pero esta me ha impresionado tanto que la leeré muchas veces porque me parece que te has dejado el alma en ella y lo que dices es ….no se. Que la leo otra vez.

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