M. Á. Hernández: El don de la siesta

Miguel Ángel Hernández: El don de la siesta.

Anagrama, 2020.



Necesito poco para sumergirme en mi interior, y quizá eso explique mi atracción por los tiempos íntimos. Un acto que los propicia es el sueño: dormir largas noches, abrazar la duermevela, echarse la siesta. Hábitos protectores de lo que somos. Cobijo del silencio y de muchos misterios.

 

Miguel Ángel Hernández publicó en 2020 un ensayo titulado El don de la siesta. En él habla de hábitos, casas, ciclos naturales y tiempos capitalizados; de muertos, de arte, del cuerpo.

 

«Ya todo es luz. No hay lugar para las sombras. Y sin ellas, estamos desorientados».

 

El síndrome del trabajador quemado (Han) caracteriza nuestra época. Individuos agotados, autoexplotados, dependientes del estímulo constante. Hijos-siervos de la dopaminocracia, el reino de la positividad, de la sobreexposición, de la conectividad. ¿Quién es ajeno a este dominio hoy día?

 

La siesta, la parada voluntaria («Una pequeña fuga del mundo»), interrumpe nuestra rueda laboriosa. Ante la mercantilización de los placeres, plantamos rebeliones. «Es la acción consciente y simbólica de detenerse».

 

Conecta Hernández, de interesantes modos, la expresión artística y la siesta. Llama a la pintura «siesta de la mirada», y a la siesta «un arte de la interrupción». Creación, sueño e inconsciente se dan la mano, son viejos amigos.

 

La pandemia no ha servido para viajar del paro al ocio —como soñó Luis Racionero en los ochenta—, sino del paro al no parar. Alertas, mensajes, noticias, reuniones, citas… Las tareas nos persiguen hasta casa, donde nos devoran bajo nuestro aparente consentimiento.

 

Una triste pérdida como emigrada fue despedirme del día partido: enterrar las mañanas y tardes infinitas (vida doble, doble vida) habiendo repuesto fuerzas a mediodía.

 

Busco, sin éxito, el equivalente en neerlandés a la palabra galbana. El traductor termina ofreciéndome una «gele banaan» (banana amarilla). Acepto el trueque: alimentarse reclama cierto pellizco de detenimiento.

 

Escisión.

Tiempo muerto.

La sombra

bajo las hojas

de las palmeras.

Cala del Moral, Málaga. Verano 2021.

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