CORAZÓN DE LA MEMORIA por GEMA FERNÁNDEZ MARTÍNEZ



Me sueño, tengo cinco años,
el músculo cardiaco
aún desanudado,
en la boca el imperio
de un abrupto lenguaje,
solvente y disolvente,
robándole terreno a todos los
silencios.

Tengo cinco años,
el futuro en oferta,
la piel por amueblar,
el cianotipo de los helechos
tiñendo mis costillas,
el firme monopolio
de la palabra azul
temblándome en la punta
del colmillo.

Camino en círculos
y memorizo el perímetro
de la tristeza
para no rebasarlo.
- Que no se me olvide,
que no se te olvide-
me repito.

Volar es un imperativo innegociable
y soy una minúscula expresión
kinestésica
de eso que llaman vida.
Me sueño, tengo cinco años
y todavía no conozco el miedo.
Su/mi rostro es el resumen de la niebla
sumándole las sílabas al viento,
me trasciende, cultiva la paradoja
en la peonza tibia de mi ombligo,
exhuma de uno en uno
los huesos de la infancia,
me retorna, me remonta,
me recorta el camino recorrido.

La miro, me miro,
somos una granada de mano
directa al corazón de la memoria.

Entre sueños,
con una contagiosa fiebre lírica,
me pide que le crea,
que me crea de nuevo,
contra la muerte, contra el silencio,
contra la fe, contra la verdad misma

y que escriba,
aunque ya no haya nada,
aunque ya no haya nadie,
aunque ya ni yo misma...
que escriba.

La poesía, me dice,
es una hermosa
e implacable toxina
en el frágil organismo
de la desesperanza.


Gema Fernández Martínez


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