APARCAR LA POESÍA



Con los bártulos listos para irme otra semana más fuera, la furgoneta llena de maletas, las maletas llenas de muestras, zapatos y zapatillas por aquí y por allá y esta saudade infinita al fondo de mi corazón, la mente inquieta, el sueño alterado, el alma encogida, ese mapa mental de lo que tengo que recorrer y aguantar hasta que termine la ruta, esa bola indigerible que se me atraganta una y otra vez en el pecho, disfrazado de hombre cuerdo por un puñado de euros, y qué momentos más lánguidos, la visión de los hoteles y clientes y tiendas y trastiendas y carreteras solitarias y cielos lluviosos ahí, clavada en mi cabeza, cómo va pasando el tiempo, cómo erosiona y qué cicatrices deja... Y el caso es que, una y otra vez, desde hace veinticinco años lo intento, aparcar la poesía, el amor, la escritura y mi mundo interior, contemporizar conmigo mismo y quitarle fuego al asunto... Pero las maletas pesan cada vez más, los caminos que tengo que recorrer son tan largos, los problemas continuos, el papeleo interminable, la burocracia insufrible, los duplicados tediosos, esa nostalgia inmensa que me nubla la vista cada vez que abandono mi hogar para hacer acopio de víveres, leña para el invierno... Y las ventas, claro, madre de todas las batallas: gasolina & motor del mundo...

Vicente Muñoz Álvarez

photo by Marlus Leon

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