Cómo ordenar una biblioteca, de Roberto Calasso

 

 

¿Cómo ordenar la propia biblioteca? Es un tema altamente metafísico. Me sorprende que Kant no le haya dedicado un breve tratado. De hecho, ofrece una buena ocasión para indagar en la cuestión capital: ¿qué es el orden? El orden perfecto es imposible, sencillamente porque existe la entropía. Pero sin orden no se puede vivir. Con los libros, como con todo lo demás, es necesario encontrar un término medio entre esas dos afirmaciones.

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La única regla áurea es la del
buen vecino, formulada y aplicada por Aby Warburg, según la cual en la biblioteca perfecta, cuando se busca un determinado libro, se termina por tomar el que está al lado, que se revelará aún más útil que el que buscábamos.

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El lector verdadero está siempre leyendo un libro –o dos, o tres o diez– y la novedad llega como una molestia –a veces irritante, a veces agradable, a veces incluso deseada– en el seno de esa actividad ininterrumpida. Donde, no sin esfuerzo, deberá conquistar un espacio, si no se cae antes de las manos del lector. Este, entonces, volverá felizmente a ese otro libro que estaba leyendo porque eso es precisamente lo que tenía ganas de hacer.


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Es esencial comprar libros que no vayan a ser leídos
enseguida. Al cabo de uno o dos años, o acaso de cinco, diez, veinte, treinta, cuarenta años, llegará el momento en que se sentirá la necesidad de leer precisamente ese libro –y tal vez lo encontraremos en un estante poco frecuentado de la propia biblioteca–. Mientras tanto, puede suceder que ese libro se haya vuelto irrepetible, y difícil de encontrar incluso en un anticuario, porque es de escaso valor comercial (ciertos libros de bolsillo parecen disolverse rápidamente en el aire) o incluso porque se ha vuelto una rareza y entonces vale mucho más. Lo importante es que ahora se pueda leer enseguida. Sin más búsquedas, sin la necesidad de buscarlo en una biblioteca. Operaciones laboriosas, que cancelan la inspiración del momento.

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Sobrias palabras que invitan a resignarse, de una vez y para siempre: el orden de una biblioteca no encontrará nunca –
no debería encontrar nunca– una solución. Simplemente porque una biblioteca es un organismo en permanente movimiento. Es terreno volcánico, en el que siempre está pasando algo, aunque no sea perceptible desde el exterior. “En estos ámbitos, todo orden no es sino un estado de inestabilidad sobre el abismo” (Benjamin).


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Retrospectivamente, se puede decir que durante algún tiempo el e-book ofreció a muchos, sobre todo, la oportunidad de decir tonterías de diverso género. Recuerdo una voz y una noche de verano, en una casa de estilo californiano en una isla griega muy poco habitada. La voz era la de una señora de buena posición, de cultura cosmopolita, que declaraba su entusiasmo por los e-books porque le permitirían
hacer limpieza de su casa, eliminando de una vez para siempre esos incómodos objetos de papel que sobresalían en todos los rincones y atraían el polvo: los libros.     


[Anagrama. Traducción de Edgardo Dobry]


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